En la larga, turbulenta y no siempre diáfana trayectoria del cineasta de Calanda, se ha analizado ampliamente su trayectoria profesional, pero a mi entender quedan algunos puntos sobre su estancia en la embajada de la II República en París en 1937 que invitan a analizarlos. Sirva este escrito para abrir una reflexión sobre su actividad en aquel convulso periodo.
La embajada de París fue el epicentro de la actividad internacional de la República durante los meses que siguieron al golpe de estado del 18 de julio de 1936. En los primeros días, la defección de gran parte de su personal (ya analizada brevemente en esta web[i]) entorpeció la necesaria compra de material bélico,
posteriormente impedida por la vergonzosa No Intervención. Ante tal situación, el gobierno de Madrid acudió a intelectuales de confianza, para que asumieran responsabilidades diplomáticas. De inmediato acudieron Fernando de los Ríos, desde Ginebra, y Luis Jiménez de Asúa, desde Estocolmo, Ambos, junto al cónsul general, Antonio Cruz Marín, que había permanecido fiel a la República, intentaron paliar el daño causado. Esta interinidad duró cuatro días, hasta la llegada del nuevo embajador, el 27 de julio, Álvaro de Albornoz. El nivel de forzada improvisación se aprecia en el hecho de haber nombrado a alguien que desconocía el idioma francés[ii]. En este contexto, con un débil gobierno Giral en España, su ministro de Estado Augusto Barcia y el embajador, tuvieron que vivir los momentos en los que se gestó la No Intervención, ante la que alternaban la queja dura, aún a riesgo de hacer caer el gobierno Blum, y la más testimonial que a la postre se mostró ineficaz[iii].
Pero no fue hasta la llegada a la presidencia del Consejo de ministros de Largo Caballero, el 4 de septiembre, cuando se intentó poner cierto orden en el ámbito diplomático, y concretamente en París, con Luis Araquistáin[iv] como embajador, nombrado por el nuevo ministro de Estado, Álvarez del Vayo.
Ya desde el primer momento, el gobierno Largo Caballero tuvo la intención de promover la información y la propaganda a través de su ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. A tal fin, en París fueron agrupándose diversos intelectuales, algunos relacionados con la Residencia de Estudiantes, que asumieron dicha responsabilidad. Entre ellos, antes de entrar en Buñuel, cabe mencionar al bibliotecario Juan Vicens, el pintor Luís Quintanilla o al escritor Max Aub, uno de los protagonistas de esta web[v]. Los diversos perfiles y funciones generan una confusión a añadir a la necesaria opacidad de algunas tareas y a la distinta interpretación que hacen los propios protagonistas de su actividad. Intentaremos esquematizar para una mejor comprensión.
ACTIVIDADES: Por la ambigua implicación de los personajes, se hace difícil distinguir entre las responsabilidades en la adquisición y expedición de armas, la propaganda, la información y el espionaje, actividades todas ellas en un estado mucho más precario del que podemos imaginar hoy. Aquí no analizaremos la de la adquisición de armamento, ya comentada[vi]. Pero sí que es necesario remarcar que en todas ellas hubo improvisación y dispersión de esfuerzos.
PERSONAJES: entre los mencionados en la bibliografía que estuvieron en contacto con Buñuel, podemos indicar someramente las siguientes atribuciones:
MAX AUB (1903-1972): Nombrado Agregado Cultural de la Embajada, el 22 de noviembre de 1936[vii]. Permaneció hasta junio de 1937. Culminó su aportación con la contratación del Guernica para la Exposición Internacional de París.
JUAN VICENS (1895-1959): Que ya había estado en París con Buñuel en 1925[viii], antiguo compañero de la Residencia de Estudiantes. Director de la Delegación de Propaganda, en la sede de la antigua Oficina de Turismo, en la calle Madelaine.
SÁNCHEZ VENTURA (1897-1980): Perteneciente a la Junta Nacional de Protección del Tesoro Artístico, fue nombrado secretario de la Embajada. Amigo de Buñuel, con quién celebró la llegada de la II República en Zaragoza, junto a José Gaos. Asistente de Buñuel durante el rodaje de Las Hurdes.
LUÍS QUINTANILLA (1893-1978): Afirmó a Max Aub “no tener nada que ver con Vicens ni Sánchez Ventura en París”[ix]. Sí con Luís Buñuel, con quién llegó a hacer de guardaespaldas de Juan Negrín en París[x]. Su vida se analizó indirecta y brevemente en esta web[xi], pero apuntemos al menos lo que él mismo dice: “Una orden del Gobierno transmitida por el Estado Mayor me encomendaba ir a Francia, al parecer para una misión delicada, sin preciar cual era. Ya en París, Araquistáin le encomienda ocuparse del servicio de investigación en la zona de actividad de los rebeldes, la parte fronteriza de Hendaya”[xii].
Y vamos a por LUIS BUÑUEL:
Su labor en el ámbito cinematográfico durante esta época es indiscutible, aunque no exenta de ciertas dudas sobre su eficacia, como se demuestra en la pobre difusión de los títulos en los que intervino, cono Espagne 1936 o Espagne 1937[xiii], o las dificultades para exhibir Las Hurdes, que había traído consigo a
París. En el contexto de 1937, los reportajes patrocinados por la embajada republicana solo contaban con el apoyo del Partido Comunista Francés, sus productoras Ciné Liberté y Film Popular y la red de entidades afines[xiv]. Ello permitía alcanzar a un público altamente motivado, pero lo alejaba del global de la opinión pública, reduciendo su efecto propagandístico. Por si el lector siente interés, ofrezco sus enlaces para verlas[xv].
La información sobre su actividad de espionaje o como mínimo informativa es escasa, y además, como dice Max Aub sobre la primera entrevista que tuvieron para el proyecto de este de hacer un libro sobre el cineasta: “Miente, como todos, a medias. Calla lo que le conviene, como es natural. Resultado: tendré que escribir dos libros”[xvi]. Ya con Araquistáin de embajador, Luís Buñuel se incorpora a la embajada “con la tapadera de ocupar el cargo de jefe de protocolo«[xvii]. Sin embargo, su misión parece ser que consistió en recabar información con la ayuda de varios colaboradores (Sánchez Ventura, Ugarte, Lacasa o el propio Max Aub, además de algunos empleados de la embajada, como García Ascot o el hijo del embajador). En opinión de un estudioso del tema: “Un repaso somero de todos estos personajes implicados en la red -incluyendo su promotor, Álvarez del Vayo, el embajador Araquistáin y sobre todo los colaboradores de Buñuel- nos permite reafirmar el carácter espontáneo e improvisado de estos “espías”, en gran parte reclutados por amistad o familiar de sus principales instigadores”[xviii].
Sin querer menoscabar su voluntad y valor, hemos de pensar que el cargo en París era un privilegio que les alejaba de los peligros del frente o las zonas bombardeadas. Nos dice Buñuel: “Ya estando un tiempo en París, un día recibí en la Embajada un telegrama de Roces, que era entonces Subsecretario de Instrucción Pública, llamándonos a Madrid para filmar. Bajé a ver a Araquistáin, se lo enseñé. Me preguntó: “¿Usted que quiere hacer?”. “¿Yo?, quedarme. Filmar en las trincheras no se puede. El frente no sirva para eso. Ahora bien, si es para hacer una película, mejor se hace en el estudio y entonces se ve todo. Pero no creo que sea el caso”. Me quedé.
En cuanto a su labor de “espía”, parece ser que se centró en la recepción de los informes que se recibían de los distintos puntos donde se habían destacado agentes, o de corresponsales voluntarios, no siempre fiables. Mientras que el bando republicano tuvo un inicio caótico, reflejo de la situación en la embajada, en el bando franquista sí que se fue afirmando la actividad de información y espionaje a ambos lados de la frontera, con “Nacho Enea” en San Juan de Luz[xix], activa ya a partir del 19 de julio, y la Comandancia Militar del Bidasoa, al mando de Julián Troncoso[xx].
Por parte republicana, después del golpe de estado, la actividad se pudo centrar solo en contrarrestar la propaganda generada por los rebeldes, que contaban con el apoyo decisivo de Cambó en dinero y relaciones, hasta que a finales de septiembre se organizó la “red Quintanilla”[xxi], que tomaba el nombre del pintor amigo de Araquistáin y del presidente Azaña, con agentes en diversos puntos del País Vasco francés, así como en Burdeos, Niza y Toulouse. Su actividad se mantuvo hasta la salida de la embajada por parte de Araquistáin y el simultáneo abandono de Quintanilla, siendo después reestructurada y con mayor control por parte del Gobierno en España.
La información de dicha red se canalizaba mayormente a través de la embajada en París, en la que Buñuel actuaba como receptor. También dependían de París los pagos a sus agentes, lo que representaba una cantidad nada negligible. En un informe de junio de 1937, se menciona: “que la cantidad de 1.000.000 de francos (mensuales) debe ser mantenida en su totalidad o aumentada, pero de ningún modo admite reducción”[xxii] Relaciona 18 agentes, con sueldos entre los 2 y los 4.000 francos, 300.000 para «gastos agentes» y otros 160.000 para «gastos especiales».
La eficacia se veía muy reducida, al no existir un centro de recepción de tal información en España, lo que solo se subsanó a partir de la crisis de mayo de 1937 y el nuevo embajador, Ossorio y Gallardo. También es a partir de la dimisión de Largo Caballero y la presidencia de Negrín, cuando se incrementa la influencia soviética, y con ella una mejor, aunque sectaria, organización. El papel de Buñuel, cercano al PC, canalizaría en parte dicha influencia. Él mismo cuenta anécdotas, en las que hace de correo de
importantes cantidades de dinero a entregar a Willi Münzenberg (persona clave en la propaganda republicana en Europa)[xxiii], o en un viaje a España “llevando documentación secreta”, cuando visita al jefe de la Agitprop en Valencia “donde me presentan un ruso que examina mis documentos y que dice conocerlos bien. Teníamos así decenas de puntos de contacto”[xxiv]. Esta estrecha colaboración con el PCE quedó patente cuando Wenceslao Roces, subsecretario de Instrucción Pública le pidió que volviera a España, como hemos visto, a lo que Buñuel contestó que él estaba en París a las órdenes de aquel partido y que, «para conseguir su regreso debería negociarlo con el comité central del PCE”[xxv].
Sea como fuere, la información y el espionaje republicano en esta primera etapa (y bastante también en las siguientes) no fue un modelo de organización y eficacia. No todo pasaba por París; no había una recogida estructurada de los datos (y menos, por lo tanto, su elaboración) y además, se solapaban, cuando no se contrarrestaban con las de otros estamentos, tanto sindicales como de gobiernos autonómicos. En este segundo apartado, el País Vasco mostró una pronta y mejor organización con su Servicio Vasco de Información, sito en la “Villa Mimosas” de Bayona, al mando de Pepe Michelena[xxvi], mientras que la Generalitat actuó también, de forma muy activa en la propaganda mediante su Comissariat de Propaganda dirigido por Jaime Miravitlles[xxvii], y de manera más opaca y menos eficaz en el “espionaje”, a través del cónsul en Toulouse, Joan LLuhí i Vallescà[xxviii] especialmente involucrado en el paso clandestino de armas saltándose la No Intervención, entre otros.
Como colofón, y sin ánimo de menospreciar su gran actividad en favor de la República, veamos lo que dice Luís Quintanilla de la actividad como espía de Luís Buñuel[xxix]: “Nos encontramos aquí, en la Embajada, cuando vine a ocuparme… de lo que corrientemente se llama espionaje. Entonces, en la embajada me presentaron a Buñuel para que me pudiera ayudar. Pero la utilidad de Buñuel, en lo que se relacionó con lo mío y con el espionaje, se limitó a que él recogía los dineros que yo pedía desde Biarritz, me los mandaba y, de vez en cuando, por un servicio de clave que teníamos, me informaba de algunas noticias
directas importantes, más fuertes”. Luego, en sus declaraciones a Max Aub, añade que Buñuel recibía correos de los informantes, a menudo en la librería que regentaba su cuñada, en la calle Gay-Lussac. Cuando el hecho lo requería, era él quién se desplazaba a París. En todas las declaraciones, Quintanilla pone su propia figura por encima de todos los demás implicados, haciendo especial énfasis en su papel decisivo en el espionaje, declarando, por ejemplo, que no tenía relación ni con Juan Vicens ni con Sánchez Ventura, y que a Buñuel era él quien le pagaba los 6000 francos mensuales de su sueldo (superior a la media).
Buñuel, por su parte, da mayor relevancia a sus tareas en París durante la guerra. Nos dicebuñuel1BUÑUEL (2003): 186: “Permanecí allí hasta el final de la guerra. Oficialmente, en mi despacho de la rue de la Pépinière, me ocupaba de reunir todas las películas de propaganda republicana rodadas en España. En realidad, mis funciones eran más complejas. Por una parte, yo era una especie de jefe de protocolo, encargado de organizar ciertas cenas en la Embajada […] Por otra, me ocupaba de “informaciones” y de propaganda”. Respecto a las primeras, añade: “El pueblo francés, y en particular los obreros de la CGT, nos aportaba una ayuda considerable y desisnteresada. No era raro, por ejemplo, que un ferroviario o un taxista viniera a verme para decir: “Ayer llegaron dos fascistas en el tren de las 20,15, son así y así, y se hospedan en tal hotel”. Yo tomaba nota de estos informes y los transmitía a Araquistáin que, ciertamente, fue nuestro mejor embajador en París”.
A saber.
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[i] https://www.visorhistoria.com/lio-en-la-embajada-paris-1936/
[ii] LUENGO TEIXIDOR, Félix (1996). Espías en la Embajada. Bilbao, Servicio editorial de la Universidad del País Vasco. Página 39
[iii] MIRALLES, Ricardo. El duro forcejeo de la diplomacia republicana en París. En: VIÑAS, Ángel (dir.). (2010). Al servicio de la República -Diplomáticos y guerra civil-. Madrid, Marcial Pons. Página 121 y ss.
[iv] Sin ánimo de crítica, notar un error en el libro de Pedro Barruso, en el que se menciona como embajador a Salvador de Madariaga, que lo fue nombrado el 1.1.32, y que al estallar el golpe de estado se exilió a Suiza y posteriormente al Reino Unido. BARRUSO, Pedro (2008). Información, diplomacia y espionaje. San Sebastián, Hiria. Página 59.
[v] Por ejemplo: https://www.visorhistoria.com/max-aub-espia-resumen-y-conclusiones/
[vi] https://www.visorhistoria.com/aviones-para-espana/
[vii] MALGAT, Gérard (2007). Max Aub y Francia o la esperanza traicionada. Sevilla, Renacimiento. Página 58.
[viii] SALABERRÍA, Ramon. La larga marcha de Juan Vicens (Zaragoza, 1895-Pekín, 1958). Educación y Biblioteca. N.º 108. 2000. Página 5 y ss.
[ix] AUB, Max (2020) Buñuel. Todas las conversaciones. I: El hombre. Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza. Página 374.
[x] BUÑUEL, Luís (2003) Mi último suspiro. Barcelona, RHM, De bolsillo. Página 195. Ver detalles narrados por el propio Quintanilla (a su manera), en su autobiografía: QUINTANILLA, Luis (2019) Pasatiempo. La vida de un pintor. Sevilla, Ed. Renacimiento.
[xi] https://www.visorhistoria.com/max-aub-espia-6-por-fin-una-bacteria/
[xii] LUENGO (1996): 77
[xiii] MARTIN HAMDORF, Wolf. “Espagne 1936” y « Espagne 1937 ». Propaganda para la República (Luís Buñuel y la guerra civil española). Secuencias: revista de historia del cine 3 (1995): 86-95
[xiv] SANCHEZ ALARCÓN, Inmaculada: La elaboración propagandística de la guerra de España a través de la producción independiente francesa: la labor de las organizaciones del Frente Popular.
Secuencias: revista de historia del cine 20 (2004): 62-80
[xv] Espagne 1936: https://youtu.be/MeiSXKFbAgs Espagne 1937 : https://parcours.cinearchives.org/Les-films-731-47-0-0.html
[xvi] AUB, Max (1998). Diarios (1939-1972). Barcelona, Alba editorial. Página 437.
[xvii] LUENGO TEIXIDOR (1996): 47.
[xviii] LUENGO TEIXIDOR (1996): 48.
[xix] BARRUSO (2008): 49
[xx] BARRUSO (2008): 64
[xxi] BARRUSO (2008): 59
[xxii] Véase detalle en LUENGO (1996): 77
[xxiii] AUB (2020). I: 354
[xxiv] BUÑUEL (2003): 195.
[xxv] GUBERN, Román y HAMMOND, Paul (2021) Los años rojos de Luís Buñuel. Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza. 344.
[xxvi] JIMÉNEZ DE ABERÁSTURI, Juan Carlos y MORENO IZQUIERDO, Rafael (2009). Al servicio del extranjero. Historia del Servicio Vasco de Información (1936-1943). Boadilla del Monte (Madrid), A. Machado Libros. Página 115.
[xxvii] BOQUERA, Ester (2022). “Aixafem el feixisme” -El Comissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya durant la Guerra Civil”. Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat.
[xxviii] UCELAY DA CAL, Enric y GONZÁLEZ VILALTA, Arnau (2017). Joan Lluhí i Vallescà -L’home que va portar la República. Barcelona, Editorial Base.
[xxix] AUB (2020). I: 373