Tres personas miran al cielo en el reducido campo de aviación Latécoère, en el Prat de Llobregat. Están inquietos. Es el mediodía del viernes 13 de mayo, no saben si van a poder comer algo antes de que llegue la avioneta que esperan. A media mañana ha habido un combate aéreo que quizá la haya obligado a retroceder. Hace una hora que esperan. Luego se sabrá que en el puerto, a pesar de la intensa defensa antiaérea, ha sido bombardeado el Ciudad de Sevilla que ha resultado con la cubierta hundida. Ha habido víctimas[i]. Afortunadamente, en parte por el mal tiempo reinante, no habrá más ataques hasta el día 28, aunque sí numerosos intentos que causaran alarmas frecuentes.
Por fin llega[ii]. De ella bajan André Malraux y su amigo Édouard Corniglion-Molinier que es quién ha pilotado. Se saludan. Uno de los que esperaban les indica un coche lujoso frente a la puerta del recinto. Los otros se hacen cargo de dos pesadas maletas que han sacado de la avioneta. Suben y parten raudos hacia Barcelona. No han podido comer, les esperan en Hacienda, donde le recibirá Méndez Aspe, ministro desde el mes anterior, quién le transmitirá el agradecimiento e interés por sus actividades por parte de Negrín, aún en Ginebra.
Cansado, al entrar en el hotel para darse una ducha y cenar, André se encuentra con Jaime Met Miravitlles, el comisario de Propaganda de la Generalitat de Cataluña. Se conocen desde que, al principio de la contienda, el francés le visitó en su despacho del Comité de Milicias, del que el catalán era secretario[iii].
—Hola, que tal el viaje, tengo mesa en La Puñalada, vamos a cenar y podremos charlar.
Así, sin solución de continuidad, aun con la mano de Malraux sujeta por el saludo. Al ver la cara de este, añade:
—Es aquí mismo, muy cerca. Y se come bien. Hablaremos de cine.
Miravitlles esperaba la visita de un escritor de renombre, al que admira sin ambages[iv]. Lo ha comentado en Laya Films, la productora de la Generalitat que depende del Comissariat de Propaganda. También con los colegas de Film Popular, con el que intercambian reportajes, imágenes de archivo y material de rodaje, y que le han ofrecido acogerlo en sus instalaciones para ponerle al día de los reportajes que están produciendo.
Durante la cena, la conversación se centra en el tema del cine. Laya Films, que dirige Miravitlles, tiene una actividad frenética, de la que el catalán quiere dejar constancia. Malraux y Corniglion escuchan con atención el perfecto francés de Met Miravitlles. De vez en cuando se miran, las referencias al material, a las instalaciones, al personal especializado de Laya Films les abre un mundo de posibilidades, pero mantienen el proyecto en el plano confidencial, a la espera de los fondos que pueda otorgar la República en la reunión que tenga André con Álvarez del Vayo y Negrín. Les han hablado de las rencillas, las desconfianzas entre ambas administraciones.
Miravitlles, quiere dejar claro que el apoyo de la Generalitat será amplio, generoso… en lo que puedan. Dinero no, pero coches, locales:
—Mañana, en cuanto puedas, te enseño las instalaciones del Comissariat. Ya verás. Te podrás instalar allí para lo que tengas que hacer en Cataluña.
—Seguro que nos irá muy bien, aunque la intención es rodar lo más que pueda en Francia. Con la guerra, los bombardeos y las dificultades que pone mi país en la frontera, será lo más prudente. Pero seguro que algunas tomas se deberán hacer aquí. Muchas gracias. A ver que dicen las autoridades españolas.
—La situación es difícil, pero les has de convencer de la necesidad de una propaganda de calidad, exportable al mundo entero. Y solo tu puedes hacerlo.
El sábado 14, la prensa informa de la llegada del escritor francés, portador de un donativo para la República de 7.000.000 de francos, de los cuales 500.000 han sido dados por el famoso escritor alemán Emil Ludwig[v]. Añaden que tiene la intención de rodar una película sobre la guerra. Mientras La Publicitat informará de que algunas escenas se rodarán en España[vi], El Diluvio afirma que se rodará íntegramente en Francia[vii].
En el hotel, un representante del ministerio de Estado, le entrega un ejemplar de El Diluvio. En primera página, los ecos de la intervención de Álvarez del Vayo[viii] en la Sociedad de Naciones. Amablemente, le traduce como, de forma elogiosa, destaca el esfuerzo del ministro en poner de relieve la injusticia de la No Intervención, los incumplimientos de Alemania e Italia, intentando focalizar la atención de los asistentes, pero es un tema que les incomoda. De hecho, desde el inicio de la sesión el tema predominante ha sido el contencioso de Italia con Etiopía. Ha insistido: “No se trata de una guerra civil, sino de una guerra de invasión… Si no se presta atención a nuestras reivindicaciones y quejas, la responsabilidad será de los iniciadores de la idea (de la no-intervención): Francia e Inglaterra”[ix]. En pocos días, el discurso será editado en múltiples idiomas por el Rassemblement pour la paix. Sin embargo, a pesar de haberse incluso proyectado un documental donde se mostraban prisioneros alemanes e italianos como muestra del incumplimiento de la No Intervención[x], el resultado será decepcionante, al votar solo a favor la URSS y México, cuatro en contra (Inglaterra, Francia, Polonia y Rumania) y nueve abstenciones (China, Ecuador, Perú, Irán, Suecia, Letonia, Nueva Zelanda, Bélgica y Bolivia)[xi]. Abstenciones, ha añadido el político, de claro corte cínico.
Malraux, con su precario conocimiento del español, intenta sacar algunas ideas que puedan servirle para la reunión que tendrá el lunes con el mandatario. Lee la crónica de Andrée de Viollis en Ce soir. Le traen un ejemplar del día 13[xii], donde la periodista trata de patética la intervención de Álvarez del Vayo, en una sesión que también se pusieron sobre la mesa las agresiones de Etiopia por parte de Italia y de China por parte de Japón. Condenas formales sin ninguna repercusión en la política invasora de los totalitarismos.
El encuentro en el que Malraux conseguirá el apoyo de la República para su nuevo proyecto cinematográfico tendrá lugar la mañana del lunes 16 de mayo[xiii]. Con su verbo torrencial, Malraux expondrá sus proyectos, el apoyo que espera encontrar en los Estados Unidos, donde le han prometido 1800 salas de cine, y cuyo acceso facilitará la proyectada empresa de Corniglion-Moliner. Le escuchan con cortesía pero mirando el reloj. El presidente del Consejo, el sábado anterior, durante la reunión de la Diputación permanente, ha expuesto lo sucedido en Ginebra, un éxito en su parecer. Azaña escribirá en sus memorias: “Negrín expuso la situación: Ha mejorado lo militar y lo internacional. Lo de Ginebra ha sido un triunfo. Las dificultades crecen en los abastos, por falta de divisas; créditos bloqueados o en litigio. Pero también se arreglará”[xiv].
Precisamente el asunto de las divisas es el escollo más importante. Álvarez del Vayo ha cortado por lo sano. Os ayudaremos en todo lo que podamos —ha dicho—. Pero solo mediante pesetas, no divisas. Equipo también, un coche, un camión, alojamiento, mantenimiento… pero no divisas. España está en un momento crítico. Lo hemos analizado con detenimiento con Méndez Aspe. No hay divisas. A lo que Malraux objeta:
—Pero ya tenemos medio apalabrado un equipo técnico de primera fila: Page, Marion, Thomas, incluso Peskine está planteándose unirse a nosotros para el guion técnico. ¿Cómo les pagaremos? ¿Y los francos que entregué ayer?
—Gracias, muchas gracias por su esfuerzo. Pero hay bloqueos por todas partes, empezando por su país —Malraux agita su flequillo, inquieto. No esperaba esta puya—. Sánchez Arcas, el subsecretario de Propaganda tiene ya las instrucciones. No hay que perder tiempo, pero no hay más madera que la que arde.
Ya le habían dado su apoyo en los primeros balbuceos del proyecto, durante el II Congreso Internacional de escritores; sabían de su viaje a los Estados Unidos; estaban convencidos de que su película superaría en mucho Tierra de España de Ivers y Hemingway, pero no había divisas.
El regateo continuará a mediodía en el Ministerio de Instrucción Pública. Atendidos por el subsecretario de Propaganda, el arquitecto madrileño Manuel Sánchez Arcas, amigo de Picasso y Alberti, finalmente, acuerdan que la ayuda de la República para el proyecto de una película será de 100.000 francos y 750.000 pesetas[xv]. Ya al final, una recomendación de este que será decisiva: ¿Por qué no se pasa por el secretariado del Consejo General del Teatro? Encontrará a Max Aub, que seguro le puede ser de gran ayuda en el reclutamiento de actores españoles. Es un hombre entusiasta y trabajador. Puede confiar en él. Y se despiden deseándose lo mejor. Malraux va de inmediato a buscar al que será su colaborador más estrecho en el rodaje y, desde ahora, amigo personal de por vida. Lo recuerda de los primeros días de la guerra, en Madrid, y también de haberlo saludado en Valencia, el año anterior a raíz de un congreso[xvi]. Pero Aub no está. El día anterior ha estado muy ocupado en la inauguración del Hogar del Actor Catalán[xvii], a la que habían asistido el ministro de Trabajo, Aiguadé, y muchas otras personalidades, tanto del gobierno de la República como de la Generalitat, así como multitud de actores y actrices, bien conocidos de Aub. Este no aparecerá en todo el día por su oficina, atando flecos y compromisos surgidos en las conversaciones durante dicha ceremonia.
Ya en el hotel, durante un breve refrigerio, Malraux y Corniglion-Molinier hacen balance de lo conseguido, y lo que queda por atar. Desde luego, no podrán contratar ningún actor que no sea español. No solo eso, Sánchez Arcas ha dejado claro que será preciso contratar el máximo personal español, no solo los actores sino también los técnicos, tener un representante sindical y otras imposiciones que a buen seguro dificultarán el avance de la película. También va quedando claro que habrá que rodar la totalidad de la película en España, ¡a saber dónde! Franco avanza y no se detendrá. Los 13 puntos de Negrín son razonables[xviii], pero los fascistas lo tomarán como una señal de agotamiento. Debemos darnos prisa, acuerdan los dos amigos. Ya con el capítulo económico encarrilado, Édouard partirá al día siguiente hacia París en su avioneta.
Otro problema añadido va aflorando: Desde que el gobierno de la República decidió trasladarse de Valencia a Barcelona, a finales de octubre de 1937, los roces con el gobierno catalán fueron constantes. Si por una parte se desconfiaba de la fidelidad de Companys y la Generalitat ante una situación bélica cada vez más difícil, ésta recriminaba a la República, en especial a Negrín, su arrogancia y su asunción de responsabilidades que hasta entonces le habían correspondido. Dicha pugna perjudicó al rodaje de la película, dificultando a su equipo saber a qué administración debían acudir en petición de material o financiación[xix]. Más aún cuando dimita Aiguadé y el vasco Irujo en los días en que se iniciará el rodaje.
Después les han venido a buscar dos representantes de Film Popular. Esta sociedad había tomado el relevo de la Cooperativa Obrera Cinematográfica, y aunque podía considerarse la portavoz de los comunistas PCE y PSUC, así como de su sindicato UGT, amplió su actividad cooperando con otros organismos de difusión y propaganda, como decía su lanzamiento publicitario: “Firma comercial antifascista, al servicio de la República”, que aspiraba a la convergencia de las distintas prácticas cinematográficas, como la producción y la distribución[xx]. Miravitlles les había hablado del proyecto de Malraux unos días antes. Comentan el último número de su boletín, comparando el coste de La Marsellesa de Jean Renoir (10 millones de francos) con lo otorgado por la República a Malraux.
Sentados en la sala de proyecciones, la sesión se ha iniciado con La mujer en la guerra, documental de seis minutos dirigido por Mauricio Sollin en 1937 y el documental sobre el Pabellón de España en la Exposición de París, en la que se pueden ver distintas personalidades, lo que no merece la atención de Malraux. A petición suya, pasan a proyectarle numerosos informativos de España al día[xxi], entre los que el francés puede ver algún plano que quizá pueda servirle luego en el montaje de Sierra de Teruel. También merece su atención el documental La conquista de Teruel, dirigido por Julián de la Flor y producido por la 46 División de El Campesino. En la oscuridad de la sala, alumbrado por el escaso brillo de la pantalla, el escritor toma notas en una libreta: tanques, aviones, movimientos populares… Algunos precarios, otros útiles quizás.
Al día siguiente, temprano, Malraux se presenta en las oficinas del Comité Central del Teatro. Al anuncio de la visita, Max Aub le espera ya a la puerta de su despacho. Idas y venidas, desbarajuste, papeles por todas partes[xxii]. Max cierra la puerta.
Un breve preámbulo en el que recuerdan algunos de los momentos pasados juntos, como en Madrid los primeros días de la contienda, o durante el II Congreso Internacional de escritores para la defensa de la cultura (¡Ah, aquella paella en Benicarló![xxiii]), de inmediato, el francés va al grano:
—¡Vamos a hacer L’espoir![xxiv]
La mirada de estupefacción de Max Aub, que conoce la novela y sabe por la prensa de la visita del francés para hacer una película, es también de defensa ante una intromisión en su vida de la que, intuye que no podría escabullirse.
—Yo puedo dirigir una obra de teatro, es lo que hecho toda mi vida, pero en lo que se refiere al cine, no sé nada de nada.
—Yo tampoco, pero vamos a hacer la película.
Años más tarde, Max Aub reconocerá que en aquel decisivo momento se fraguaba “una gran amistad y admiración por Malraux”[xxv].
El autor francés despliega toda su retahíla de argumentos a favor de la película: 1.800 salas de cine de Estados Unidos, el equipo internacional de técnicos que ya está prácticamente a punto, el dinero que le han asegurado en Hacienda y en Propaganda, hasta saca a relucir la nueva compañía que está ultimando su amigo Édouard, con la que la distribución en América será coser y cantar. Saca un recorte de periódico:
—Mire, me lo ha dado Miravitlles. Un gran tipo, que nos va a ceder un despacho cerca del Paseo de Gracia. El senador Nye pide el aplazamiento de la resolución sobre su enmienda al embargo[xxvi]. Nos dará tiempo a hacer la película e influir en la opinión pública norteamericana. Y francesa, o la inglesa. ¡Acabaremos con la No Intervención! Gracias a ello la República conseguirá armas.
Max Aub suspira, desbordado por el alud verbal del francés. Sabe que no se puede negar.
—¿Qué espera de mí? —ya puestos, al menos poder prepararse para el esfuerzo titánico que intuye.
—Todo. Bueno, que traduzca el guion. Lo tengo bastante avanzado, pero siempre irán saliendo cosas. Y que se ocupe del personal español. Actores, claro, que usted tendrá muy a mano dado su cargo. Pero también attrezzo, electricistas, que me oriente en los exteriores, en fin: que sea mi mano derecha.
Malraux trata de usted a todos sus interlocutores. Hablan en francés, idioma que lo propicia. Se recuesta en el respaldo de la silla: lo ve en sus ojos: no se podrá negar.
Aub, ya en su papel:
—¿Y secretarias? Alguien tendrá que mecanografiar, hacer llamadas, en fin, esas cosas…
—Claro.
—Le recomiendo[xxvii] que hable con María Luz, la conozco de La Vanguardia, y es muy eficiente. La he de llamar, estoy preparando un artículo[xxviii]. Para las cosas de cada día, si me permites —André asiente con una sonrisa, aceptando el tuteo unidireccional— voy a hablar con una amiga mía, esposa del director del Museo de Arte Moderno de Madrid. El otro día comí en su casa y hablamos de una chica que habla perfectamente francés y alemán, que trabaja en la Subsecretaría de Armamento, pero que le pilla muy lejos de su casa y quisiera algo más céntrico. Supongo que Miravitlles estará pensando en algún despacho de la avenida 14 de abril, donde está el Comissariat y también Laya Films. Si es así, a la chica le convendría. Si quieres, mañana te la presento en el Majestic. Se llama Elvira Farreras[xxix].
—Perfecto. A las nueve. Luego podría venir conmigo a ver los estudios de rodaje. Miravitlles me ha cedido un chófer que nos llevará. Ya habrá anunciado mi visita.
El encuentro no dura mucho más. Max necesita respirar, ordenar las ideas que han ido borboteando al calor del verbo del francés.
—Algo pequeño. Las instalaciones de sonido parecen bastantes modernas, pero yo quiero que se vea la solidaridad del pueblo español con la República asediada, y ello va a requerir bastantes extras en una misma secuencia, y no cabrían —“bastantes extras”, Max tuerce el ceño.
Han salido de los Estudios Lepanto. Poca actividad, la industria del cine de ficción está casi paralizada y los reportajes se producen en los otros estudios. Pasando por delante de la Sagrada Familia, se dirigen a Montjuich.
Allí, entran primero en los Estudios Trilla[xxx]. En la fachada, aún restos del letrero “Estudios Dos”, denominación dada al socializar la CNT la industria cinematográfica. Son recibidos por Adolfo de la Riva, copropietario antes de la guerra y ahora director técnico del Consejo Superior Técnico de Producción Cinematográfica, pomposo nombre que reemplazaba el entusiasmo no profesional y poco eficiente de la época anarquista. El encuentro deja mal sabor de boca a los dos visitantes. De la Riva evita al máximo las responsabilidades; habiendo abrazado el comunismo mas por conveniencia que por convicción, solo espera sobrevivir a la contienda[xxxi]. Les remite a los Estudios Orphea, donde les acogerá su amigo Francesc Elías.
El día es desapacible. No habrá hoy bombardeos, comenta el chófer mientras siguen ascendiendo por la parte sur de la montaña de Montjuich, pasando delante del Pueblo Español. Aub indica, señalando con la mano:
—Mira, si venimos a los Orphea, aquí podemos encontrar exteriores a mano.
Francesc Elías, todo sonrisa, les espera en la ampulosa puerta de los Estudios Orphea, antiguo Palacio de la Química en la Exposición Universal de 1929. Visitan con detenimiento las amplias instalaciones, donde trabajan un centenar de personas. Aún quedan vestigios del rodaje de “! No quiero…, no quiero!”[xxxii], iniciado el verano anterior, y finalizada pocos días antes de la visita.
Elías, director Artístico del Comité, les cuenta con orgullo no exento de arrogancia, que su última película, con guion basado en una obra del afamado dramaturgo Jacinto Benavente, una crítica al sistema educativo tradicional, se ha considerado “la película del millón”, por el elevado coste de su producción. Se lamenta de que, a pesar de estar lista desde hace semanas, no han llegado los 3.000 metros de película para positivar.
Malraux mira a Aub. La película virgen, a pesar de las promesas de Sánchez Arcas y Miravitlles de facilitarle todo el material necesario, puede llegar a ser un problema. El francés susurra:
—A mi regreso deberé hablar con Tual. Hemos de estar preparados por si no conseguimos película aquí.
—Un millón —A Aub le ha llamado la atención el importe—. Pues si Propaganda nos da tres cuartos, más francos, quizá baste.
Malraux no oculta una mueca de incredulidad.
–Cuando vea a Corniglion no se lo comente —concluye el francés. Su amigo y piloto ha partido ya hacia París en pos de afianzar sus sueños.
Los dos están de acuerdo de que los Estudios Orphea son la mejor opción. Situados en la ladera de la montaña de Montjuich, dadas las defensas antiaéreas existentes en el castillo que corona la cima, es poco probable que sufran bombardeos. Sí, no hay duda: Estudios Orphea. Con los Trilla como alternativa, Max Aub se ocupará de solicitar los permisos pertinentes, lo que no será fácil. A media tarde, con la decisión tomada, se dirigen a la avenida 14 de abril bis, donde está ubicada la sede del Comissariat de Propaganda de la Generalitat. Miravitlles, con su jovial sonrisa, les guía a través de una actividad caótica, frenética.
—Seguidme. Aquí, en la planta baja, está mi despacho, las diversas secretarías y el departamento de publicaciones[xxxiii].
Suben al primer piso:
—En este piso podréis tener vuestra sede. Está la Sección de Festivales Benéficos y el equipo de asesores del Comissariat —se calla que consiste en un grupo de intelectuales que han conseguido quedar al margen de las campañas de reclutamiento—. En esta sala podréis celebrar vuestras reuniones.
Abre la puerta, aún hay algún montón de juguetes de la campaña de la Setmana de l’Infant, de la primera semana de enero. La cierra de inmediato. Suben. Se para en el rellano.
Aquí alucinaréis. Dispondréis de una sala de proyecciones perfectamente equipada. Y la gente de Laya Films —a la que va saludando a su paso—, os ayudarán en todo y por todo.
En el último piso, finalmente, saludan al equipo de correctores y traductores, imprescindible para la extenuante labor de propaganda internacional que desarrolla el Comissariat. Uno de ellos, le muestra un ejemplar de Solidaridad Obrera[xxxiv]. Mire, le dice, hablan de usted cuando fue a visitar Film Popular. ¿Es verdad que rodará en Francia?
Miravitlles corta:
—No. Lo hará aquí, y además se instalará con nosotros. Vamos a ayudarle en todo. Y ahora basta. Vamos a cenar. ¿Te parece bien volver a La Puñalada?
El último día completo de estancia en Barcelona será de repaso de la situación y de planificación de los pasos siguientes. Malraux, contrariado por no poder disponer de actores franceses, entrega a Max Aub las fotografías de los candidatos fallidos.
El español los mira detenidamente y luego, señalando el rostro de Von Stroheim, dice con una media sonrisa bajo sus gruesas gafas:
—A este lo tengo. Bueno, si puede. No vive en Barcelona sino en Lloret de Mar. El estaba en el Hogar del Actor. Pensará ya en su futuro, no creo que se niegue.
—¿Cómo se llama? —pregunta Malraux, dispuesto a anotarlo en una libreta.
—Pedro Codina[xxxv]. Aquí es muy famoso. Y de izquierdas, o eso creo. Es importante que quienes trabajen en la película tengan un buen expediente. Nunca se sabe. Hace, o hacía, vodevil, pero también teatro algo más sustancioso. Su Auca del señor Esteve fue muy celebrada. Y creo que no se notará su posible acento catalán. Mañana mismo voy a verle a su casa, en la calle Caspe[xxxvi]. Estoy seguro de que le encantará el proyecto.
—Bien, bien. Para los demás, tu verás a quién puedes llamar cuando leas el guion que te he dado. Son importantes los papeles de Peña, el comandante, Muñoz, su segundo y José el campesino que pasa las líneas. Y muchos más, claro.
Aub esboza una sonrisa. Al ver la fotografía de Pierre Larquey, le viene a la cabeza de inmediato José Santpere[xxxvii], que tanto le ha hecho reír en los vodeviles del Paralelo.
Y también con una sonrisa, brindan con el vino blanco del Penedés que les ha alegrado la tarde. Saliendo del hotel Majestic, bajan por el Paseo de Gracia hasta la plaza Cataluña. Aunque chispea, deciden seguir por las Ramplas hasta Escudillers. Recalan en Los Caracoles. El aromático pollo asado les es servido por el propio Ramon Bofarull, antes dueño y ahora encargado después de la colectivización del local, taberna fundada en 1835 y restaurante desde 1934[xxxviii].
Max y André hablan largo y tendido del proyecto que va afianzándose. Lejos de La Puñalada y del arrogante Met, al que el primero no tiene gran aprecio. Hablan también de la novela de Malraux, algunos de cuyos pasajes servirán de base a la película. Aub pregunta:
—¿Viste La Vanguardia de ayer?
Malraux niega con un gesto.
—¿Recuerdas el ataque al aeródromo que describes en tu novela[xxxix]? Pues el lunes se destruyeron un montón de Fiat italianos en Caudé[xl]. Sí, cerca de Teruel.
Malraux aprieta los labios. Tantos recuerdos. El avión siniestrado después del combate. Belaïdi, Florein… El rescate, la solidaridad. Aunque no, el ataque a un aeropuerto gracias a las informaciones de un valiente campesino había sido en otra zona, en Arévalo, al otro lado de la sierra de Madrid. Era en los primeros meses: el apocalipsis, la energía desbocada, la entrega total, sin reparos, sin reservas. Y ahora Franco en el Mediterráneo y Lérida en sus manos desde hace un mes[xli].
Se despiden ya tarde, achispados, en la puerta del hotel. Se volverán a ver en unos días. Ahora André debe dejar cerrados los temas en París. Hablar con Tual, claro, pero también ir cerrando ya los contratos con Page, Marion, Thomas. Quizá el más difícil sea el de Peskine, por sus demandas y la falta de divisas. Habrá que ir pensando en algún crédito puente. Lo hablará con Corniglion y también con Gallimard.
Aub, por su parte, ira buscando ya los asistentes españoles. Ha pensado en los hermanos Miró para el attrezzo y Vicente Petit para los decorados, los conoce desde su actividad teatral en Valencia. Actores, una vez cerrado Santpere (no ha habido ningún impedimento, a pesar de su delicada salud), verá de encontrar a un conocido de la época previa al levantamiento, ¡ah, aquel teatro combativo!, Mejuto, aquel actor guapo del grupo Anfistora[xlii], que él frecuentaba durante aquellos meses de vértigo en Madrid. Cree que, por su edad, ahora estará en el ejército. Lo buscará. También localizará a Pedro Codina, en su casa de Lloret de Mar. Y Nicolás Rodríguez[xliii] puede ser un buen brigadista, alto y enjuto. La cabeza le bulle de ideas. Como siempre.
En el coche que le conduce al aeropuerto, Malraux se siente satisfecho de los pasos dados en tan pocos días. Aub se confirma como un buen tipo, en sintonía con sus sueños. El estudio, los despachos del Comissariat, hasta una secretaria y un actor ya acordados. Sí, ahora le espera lo más duro: lo económico. Pero como siempre está convencido de que saldrá airoso, por difícil que parezca. Y Clara, sus celos (justificados), agarrándose a su círculo de amigos con los que a él no le interesa romper. Está decidido a que Josette le acompañe en Barcelona durante todo el rodaje. Sabe que ello soliviantará a Clara. Teme que sea capaz de algún escándalo. Pero no se ve capaz de afrontar un proyecto con tantos riesgos y tanta necesidad de dedicación estando pendiente de su esposa. Josette será diferente, por mucho que a la primera le pese. Intuye que acabará divorciándose, pero no ahora, no ahora. Sabe que ella ha presentado el manuscrito de su Livre de comptes en la NRF, Paulhan no podrá negarse a publicarla, pero el muy ladino no se lo ha comentado a él que, a pesar de todo, sigue siendo su marido[xliv]. Clara está sin duda influenciada por Elsa Triolet, que acaba de sacar Bonsoir Thérèse, su historia de amor con su amigo Louis Aragon. ¿Qué dirá en él, de su deteriorada relación? ¿Querrá ajustar cuentas por escrito?
El avión despega con dos horas de retraso por el mal tiempo, que por otro lado evitará posibles encuentros con aviones fascistas. En un par de semanas estará de vuelta.
LA VERDADERA HISTORIA DEL RODAJE DE SIERRA DE TERUEL (primera parte)
André Malraux y Max Aub: España en el corazón de la amistad (Gérard Malgat)
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NOTAS:
[i] ALBERTÍ (2004): 251
[ii] La Publicitat 14.5.1938 pág. 1 / El Diluvioi, 14.5.1938 pág,8
[iii] MIRAVITLLES (1981): 166
[iv] Años más tarde escribirá: “Ha sido (Malraux), quizás, el hombre que más he admirado, ya que era como una proyección muy superior de mi propia vida”. (MIRAVITLLES, Jaume (1981) Més gent que he conegut. Barcelona, Ed. Destino. Página 165.
[v] La Vanguardia, 15.5.1938, página 7
[vi] La Publicitat, 14.5.1838 Página 1
[vii] El Diluvio, 14.5.1938. Página 8
[viii] Buena información en: https://loquesomos.org/julio-alvarez-del-vayo-ministro-de-estado-de-la-ii-republica/
[ix] El Diluvio, 14.5.1938 Página 1 y ss.
[x] Prisoners Prove Intervention in Spain. 1938. Reino Unido. Productora: Progressive Films institute. Director: Ivor Muntagu Documental rodado con cám ara fija y micrófono oculto, recoge el interrogatorio de Rudolf Ruecker, teniente de la aviación alemana y del subteniente italiano Gino Poggi. La guerra filmada, dvd nº 3. Filmoteca española, 2009.
[xi] Las Noticias, 14.5.1938 páginas 1 y 4.
[xii] Ce Soir, 13.5.1938 página 3
[xiii] PI Y SUNYER, Carles (1977). La República y la guerra -Memorias de un político catalán. México. Ediciones Oasis, SA. Página 477 y ss. Para el tema judicial: PAGÈS, Pelai (2015). Justícia i guerra civil. Barcelona, Ed. Base, donde analiza la posición de los diversos partidos catalanes.
[xiv] AZAÑA, Manuel (1996). Memorias de guerra 1936-1939. Barcelona, Ed. Crítica. Página395
[xv] El cambio en 1938 era de 20/21 FF/USD; 8,6 Pta/USD. MICHALCZYK, John J. (1977). Andre’s Malraux Espoir: The propaganda/art film and the Spanish Civil War. Mississippi University. Página 29nota.
[xvi] Ver la primera parte de LA VERDADERA HISTORIA DEL RODAJE DE SIERRA DE TERUEL.
[xvii] La Vanguardia, 17.5.1838. Página 2
[xviii]Publicados el 20.4.1938, era un programa político razonable que esperaba, sin éxito, se acogido por las potencias occidentales. https://www.ecorepublicano.es/2015/03/mayo-de-1938-los-trece-puntos-de-negrin.html .
[xix] PI SUÑER, Carles (1975). La República y la guerra. Memorias de un político catalán. México, Ediciones Oasis SA. Páginas 477 y ss.
[xx] SALA NOGUER (1993): 129
[xxi] CAPARRÓS (1977): 166
[xxii] Situación descrita de forma novelada en: CISTERÓ, Antoni (2ª ed. 2018). Campo de esperanza. Capítulo 1. En: https://www.visorhistoria.com/campo-de-esperanza-1/
[xxiii] https://www.visorhistoria.com/benicarlo-1937/
[xxiv] « Combats d’avant garde : Les souvenirs de Max Aub ». Serie de entrevistas realizadas por André Camp. France Culture, mayo 1967. Archivos del Institut National de l’Audiovisuel (INA), París, Francia.
[xxv] Magnífico retrato de Mallraux en: AUB, Max (2001). Cuerpos presentes. Segorbe, Fundación Max Aub. Páginas 199-201.
[xxvi] Las noticias. 14.5.1938. Página 4.
[xxvii] Para mejor comprensión, Aub, español, utilizará el tuteo en los diálogos. No así Malraux, siguiendo su costumbre de tratar de usted a todo el mundo.
[xxviii] “Una muchacha española”. La Vanguardia, 29.5.1938. Página 4.
[xxix] “Testimonios”. Sierra de Teruel, cincuenta años de esperanza. Archivos de la Filmoteca, Año 1, nº 3. Valencia. Página 288.
[xxx] A la sazón gestionado por la anarquista SIE y con poca actividad. A partir de 1940, pasaron a llamarse Estudios Trilla-Orphea. https://www.enciclopedia.cat/diccionari-del-cinema-a-catalunya/trilla-la-riva.-estudios-cinematograficos-espanoles
[xxxi] SALA NOGUER (1993). Página 58.
[xxxii] SÁNCHEZ OLIVEIRA (2003). Página 120 y ss.
[xxxiii] PUJOL, Enric. “Primera noticia general del Comissariat de Propaganda de la Generalitat de Catalunya (1936-1939)”. En: La revolución del bon gust. Barcelona, Viena Edicions. Página 35 y ss.
[xxxiv] Solidaridad Obrera. 17.5.1938, Página 3.
[xxxv] Pedro Codina y Mont (Lloret de Mar, 31 d’octubre de 1880 − Buenos Aires, 25 de març de 1952). Actor teatral que había destacado en su papel de “Manelic” en Terra Baixa de Angel Guimerá. Actuaba tanto en catalán como en castellano, en España y América Latina.
[xxxvi] TV3. Cinema de mitjanit. 11.7.1986. Declaraciones de su hija, Mary Santpere.
[xxxvii] Muy ilustrativa y divertida la entrevista hecha a su hija, Mary Santpere, en la que habla de la colaboración de su padre en Sierra de Teruel. Previa a la proyección de Espoir en TV3. 11.7.1986. En: https://www.visorhistoria.com/anexos/videos/
[xxxviii] https://urbanexplorerapp.com/restaurante-los-caracoles-barcelona/historia/
[xxxix] MALRAUX (1995). Páginas 497 y siguientes para toda la secuencia del campesino y el ataque al aeródromo franquista.
[xl] La Vanguardia, 17.5.1938. Página 1.
[xli] THOMAS (1978), II página 861. Lérida había caído el 3 de abril.
[xlii] UCELAY DACAL, Margarita. “El club teatral Anfistora”, en: Dougherty, Dru y Vilches, M.F. (coord.). El teatro en España: entre la tradición y la vanguardia 1918-1939. CSIC-Fund. García Lorca, 1992.
[xliii] https://www.visorhistoria.com/nicolas-rodriguez/
[xliv] BONA (2010), página 325. (Malraux está claramente reflejado en el personaje de Marc)