Desde el 4 al 11 de julio de 1937, se celebró en la España en guerra el II Congreso Internacional de Escritores en defensa de la cultura, una propuesta de un grupo de intelectuales, en su mayoría de posición favorable al comunismo, para promover la justa causa de la II República española, a la que el pacto de No Intervención estaba llevando a la derrota. El primero se había celebrado en París, del 21 al 25 de junio de 1935, y en él se fundó la AIDC (Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura), con un Comité Internacional compuesto por doce escritores antifascistas, entre ellos Ramón María del Valle-Inclán –que no pudo asistir–, André Malraux, Thomas Mann, Máximo Gorki, Bernard Shaw, Aldous Huxley o Sinclair Lewis. Más centrado en el papel de la URSS como escudo contra el ascendente nazismo, se eludió en él la problemática de la represión en dicho país (con Víctor Serge en la prisión)[i]. A su finalización, se propone, a sugerencia de José Bergamín, que la sede del próximo congreso sea Madrid.
El 4 de julio de 1937 se inició en Valencia el II CONGRESO INTERNACIONAL DE ESCRITORES PARA LA DEFENSA DE LA CULTURA, que finalizaría en París el 17 el mismo mes. Dejemos que sea Corpus Barga quien nos transmita el espíritu que reinaba entre los asistentes[ii]:
El Congreso en su totalidad ha realizado más que literariamente, vitalmente, el propósito que lo convocó. Pasado el Pirineo, se encontró en la España tachada de caótica con una gran ciudad europea de vida normal: Barcelona. Reconoció la España venerable y romántica en Gerona y en Tarragona; la España de luz y de sombras, en Peñíscola, que es—hecho realidad—un cuadro de Picasso. En Valencia recibió el saludo de la República: el presidente del Consejo Sr. Negrín abrió la primera sesión; el presidente de las Cortes Sr, Martínez Barrio, cerró la última. Y fue en Madrid donde los escritores que—cual ha dicho luego en París Heinrich Mann—tienen por razón de ser las realidades del espíritu destinadas a transformar el mundo real. Tal como vemos en la prensa de la época, fue en la citada Peñíscola y en su vecina Benicarló donde los congresistas tuvieron unos momentos de solaz dentro de una agenda altamente saturada.
Los asistentes se fueron congregando en Barcelona, para desplazarse desde allí a Valencia, donde se hizo el acto inaugural, en el Ayuntamiento de Valencia, en sesión de mañana y tarde, a la que siguió una representación en el Teatro Principal de dicha ciudad de la obra de Federico García Lorca Mariana Pineda. Como muestra del espíritu del encuentro, valgan las palabras de Julio Álvarez del Vayo, Comisario General de Guerra[iii].:
“Movilizados, en defensa de la cultura, en una hora en que la barbarie enardecida por las fogatas del Reichstag y por la quema en masa de vuestros mejores libros de la Universidad de Berlín amenazaba ya toda la cultura de Europa y del mundo, vosotros habéis visto confirmadas, a lo largo de la tragedia española, vuestras previsiones y las nuestras, más dolorosas, más trágicas. […]
Movilizadlos (a cuántos hombres sienten la causa de España como la causa propia) a todos, es vuestro deber, como lo habéis venido cumpliendo hasta aquí y que ahora cumpliréis con un doble entusiasmo cuando piséis el pueblo de Madrid”.
Después de dos agotadores días de sesiones y visitas en Madrid, los integrantes del congreso partieron el día 9, en coche, para regresar de nuevo a Valencia, con una pausa en el camino para almorzar y visitar Cuenca. Durante el día 10 siguieron las sesiones, y el domingo 11 se dirigieron a Barcelona.
Y aquí hago el inciso para explicar someramente su etapa en Benicarló, como detalla La Vanguardia[iv]: Llegados los congresistas a media mañana a Peñíscola, donde fueron recibidos por el gobernador, el director de Minas (ignoro por qué) y otras autoridades, que pronunciaros discursos de bienvenida, a la que respondieron el mexicano José Mancisidor, el costarricense Vicente Sáenz y el cubano Jan Marinello. Posteriormente, con un calor sofocante, ascendieron hasta el castillo del Papa Luna, que visitaron detenidamente.
Hacia el mediodía, con un destacamento de carabineros al mando del teniente coronel Alejandrino cubriendo el recorrido, se desplazaron al Albergue Parador Nacional de Turismo de Benicarló, que había sido inaugurado el 24 de junio de 1934. Imaginamos el oasis que significaría para los acalorados y fatigados congresistas los momentos de asueto en su pérgola-rotonda y posteriormente en su comedor.
Así pues, cerremos los ojos y pensemos en un momento a los Malraux, Bergamín, Ilia Ehrenburg, Octavio Paz, Pablo Neruda o el admirado Max Aub, degustando una buena paella, sorbiendo una fresca cerveza y contemplando el Mediterráneo.
Como curiosidad histórica a ahondar, en un breve estudio (de donde saco las imágenes) que me ha proporcionado su autora, la empática recepcionista del Parador, Sandra Guisado, cabe decir que en dicho Parador, dos meses antes, el 3 de mayo de 1937 se reunieron allí el presidente Companys y el primer ministro Largo Caballero, ¡el día antes de los “fets de maig”[v], que supusieron un cambio radical en la orientación del gobierno de España, siendo Largo sustituido por Juan Negrín. ¿Quién no daría lo que fuera por saber de qué hablaron?
Sí, el mismo encanto que vivió repetidas veces Manuel Azaña, que quiso que fuera el marco para sus reflexiones sobre el drama de la guerra, en su excelente Velada en Benicarló[vi], aunque fuera escrita en Barcelona, como indica él mismo en el prólogo. Sin embargo, en aquellos días de mayo de 1937, sí visitó el parador, como confirma en sus Memorias de guerra[vii]:
«Ya el sábado, 1 de mayo, Largo me telefoneó desde Valencia diciéndome que necesitaba verme con urgencia. Convinimos en que nos veríamos el martes, en Benicarló. El lunes por la noche, al iniciarse los sucesos de Barcelona, le hice saber que dado el cariz de las cosas, no me parecía oportuno alejarme de Barcelona, y que sería mejor aplazar la entrevista para el miércoles, si mejoraban. Contestó aceptando»
¿Querría Largo Caballero ver a Companys y Azaña al mismo tiempo, el día 3, en el Albergue? Sea como fuere, el caso es que la semana del 3 de mayo de 1937, el Parador de Benicarló acogió importantes y graves encuentros, que posiblemente marcaron el futuro de la II República.
SABER +: Del congreso a la Expo. Trayectoria de André Malraux y Max Aub en el verano de 1937.
——-Notas———–
[i] TODD, Olivier/2001). André Malraux, une vie. Paris, Éditions Gallimard, pàgina 196.
[ii] BARGA, Corpus (1937) “Su significación”. HORA DE ESPAÑA, Nº 8. agosto 1937, página 7.
[iii] AZNAR, Manuel (ed.) (2018). Segundo Congreso Internacional de Escritores en defensa de la cultura. Valencia, Institut Alfons el Magnànim, página 236
[iv] La Vanguardia, 13.7.1937 P.1
[v] https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20220503/8237172/fets-maig-guerra-civil-guerra-civil.html
[vi] AZAÑA, Manuel (1981) La velada en Benicarló. Madrid, Espasa-Calpe SA. (incluye una versión teatral)
[vii] AZAÑA, Manuel (1978). Memorias de guerra II. Barcelona, Crítica. Pág. 40