El propósito de este artículo es dar una pincelada que sitúe la posición de Estados Unidos respecto al suministro de armas a España durante la guerra y su relación con el rodaje de Sierra de Teruel. El objetivo de Malraux al rodar Sierra de Teruel era, primordialmente, sensibilizar la opinión pública, en especial europea y norteamericana, sobre la necesidad de la II República de conseguir suministros, y la justicia de hacerlo. Hay dos momentos clave: El viaje de André Malraux a Estados Unidos para divulgar la posición de la República y pedir ayuda económica y soporte moral, en marzo de 1937; y, posteriormente, en la primavera de 1938, cuando la influencia que una película pudiera tener en el público estadounidense fue una de las principales razones por las que el gobierno de Negrín accedió a financiar el proyecto.
MARCO GENERAL: Al estallar la guerra en España, en Estados Unidos estaba finalizando el primer mandato de Franklin D. Roosevelt, que en 1932 había ganado la presidencia frente al republicano Hoover promoviendo el New Deal, respuesta keynesiana a la gravísima crisis generada por el crac de 1929. Respecto a la guerra de España, partía de una posición favorable a la neutralidad, en especial dada la opinión aislacionista y pacifista de la población, que recordaba aún los horrores de la I Guerra Mundial. Entre sus más estrechos colaboradores, los había favorables a la República, como el embajador en España, Claude G. Bowers[i], el secretario de Interior, Harold L. Ickes o su propia esposa Leonor. También había decididos partidarios de la neutralidad (que se sabía favorecía a los rebeldes), como el secretario de Estado, Cordell Hull o su subsecretario William Phillips. En cuanto a la ciudadanía, estaba dividida entre numerosos demócratas loyalist (partidarios de la República), y el ala más conservadora de dicho partido y en general los republicanos que estaban en contra, en especial debido a la difusión de las barbaridades cometidas durante los primeros días, razón por la que también la Iglesia católica fue especialmente beligerante contra la República.
Así pues, en verano de 1936, enfocando ya su reelección, el presidente recibía presiones por ambos lados: de la ciudadanía progresista y de la conservadora, así como de los católicos, cuyos votos consideraba necesarios. Roosevelt tenía que lidiar con ambas tendencias, muy poderosas. Tampoco hay que olvidar la influencia que Francia y, especialmente, el Reino Unido ejercieron al firmar el pacto de No Intervención, en unos momentos en que empezaba a vislumbrarse la posibilidad de una contienda, si no mundial, al menos europea.
LEGISLACIÓN: A lo largo de la década se habían promulgado sucesivas Neutrality Act[ii]. En julio de 1936, estaba vigente la promulgada el 31 de agosto del 1935 (después de su renovación de 29 de febrero de 1936), reiterando la prohibición de suministrar armas a países en guerra y estableciendo para los fabricantes de estas la necesidad de obtener una licencia de exportación, así como prohibiendo los préstamos para tales operaciones
Pero las presiones en ambos sentidos fueron en aumento a medida que la situación internacional se complicaba. Italia había invadido Etiopía en mayo, Japón y Alemania se rearmaban a la vista de todos. En España, crecían las evidencias de la presencia de material y tropas italianas y alemanas al lado de Franco. Por un lado, primaba el aislacionismo, el “que se apañen”, pero por otro, la legislación tenía que prever posibles futuros suministros a los aliados en caso de conflicto global.
Estados Unidos no suscribió el pacto de No-Intervención[iii], pero sí amplio la base de su neutralidad con el concepto de “embargo moral”, no vinculante, para las posibles ventas a España. A finales de diciembre de 1936[iv], un envío de armas consiguió la licencia y fue exportado vía México, lo que causó la reacción inmediata del departamento de Estado, que consiguió que el 8 de enero de 1937 se firmara la Spanish Embargo Act[v] ya que según declaró el mismo Roosevelt: “el enfrentamiento civil que desgraciadamente existía en España justificaba el embargo inequívoco”.
PRIMERA ETAPA: En el momento que Malraux visita Estados Unidos[vi], la opinión estaba contemplando inquieta la evolución internacional: Las sanciones que se habían establecido en la Sociedad de las Naciones contra Italia por su invasión de Abisinia de 1935, habían quedado anuladas en julio de 1936; A pesar del rearme de Alemania, la posición británica de su primer ministro Chamberlain era firmemente no intervencionista, con su política de “apaciguamiento” que culminaría con los pactos de Múnich de 1938. Roosevelt que había ya conseguido su segundo mandato, tenía una posición favorable a la República en su fuero interno (y en la influencia de su esposa Leonor), pero, seguía entre dos fuegos, incapaz de dictar o revocar leyes, que hubieran ayudado al gobierno legítimo de España. Como muestra, la opinión de Franco sobre la ley de embargo citada: “El presidente Roosevelt se comporta como un verdadero caballero. Su legislación sobre neutralidad, que impide exportar materiales de guerra a cualquiera de los dos bandos (así como la celeridad con que se aprobó y aplicó) es un gesto que nosotros, los nacionales, no olvidaremos jamás”[vii]. No solo eso, sino que el 1 de mayo de 1937 (Malraux ya estaba en Europa, preparando el II Congreso Internacional de Escritores en defensa de la cultura[viii]), se ajustó la Neutrality Act[ix], prohibiendo que los buques estadounidenses transportaran armas a los beligerantes, incluso si estas no habían estado fabricadas en Estados Unidos. Este ajuste daba también más poderes de veto y rehúso al presidente, pero bajo grandes presiones, no ejerció el derecho a utilizar sus poderes discrecionales. Lo consultó con juristas, pero ante argumentos contradictorios, decidió no dar el paso. Primaba el espíritu contrario a la guerra de los estadounidenses y el seguidismo de la política conciliatoria británica. Ello le llevó también a no apoyar la iniciativa de congresistas y senadores progresistas, que solicitaban embargos discriminatorios contra los agresores[x].
SEGUNDA ETAPA: En marzo de 1938 (cuando André Malraux y Max Aub empiezan a buscar apoyos económicos y logísticos para su película)[xi], se produce la anexión de Austria (la Anschluss) por parte de Hitler. Es el momento en que Estados Unidos empieza a revisar su política aislacionista, como cuando el secretario de Estado Hull dijo, en su discurso en el National Press Club, que Estados Unidos se oponía a la anarquía internacional y al aislacionismo ciego, apoyaba el rearme y estaba dispuesto a cooperar con los gobiernos que se opusieran a los violadores flagrantes de los tratados y los derechos humanos[xii]. Pero detrás de ello estaba primordialmente la cobertura a futuros suministros, a Inglaterra especialmente, en caso de estallar la conflagración mundial que se anunciaba, no un cambio de posición respecto a España.
En el momento en que se presenta el proyecto de Sierra de Teruel al gobierno de Negrín, se sabía también que el filme de Joris Ivers, Spanish Earth, había sido visionado incluso en la Casa Blanca[xiii], pero su carácter de reportaje, lo alejaba de la emotividad que podría tener una película de ficción, basada en hechos reales, y rodada por un prestigioso intelectual como Malraux. Ello llevó a la República a aportar 100.000 francos franceses y 750.000 pesetas para el rodaje[xiv], así como apoyo logístico, como prueban, por ejemplo, los 2.500 soldados “prestados” como extras para la secuencia XXXIX, en el impactante descenso de los heridos por la ladera de la montaña de Montserrat, y que analizaremos con todo el detalle posible. Pero ya era tarde; la película se tuvo que terminar y montar ya en Francia, con la guerra definitivamente perdida.
A este atisbo de esperanza para la República, se unió la insistencia del aislacionista senador republicano Gerald Prentice Nye, en revisar la legislación de las Neutrality Act respecto a España, puesto que se trataba de una guerra civil, no entre dos estados. Nye solicitaba además que se ejecutara la capacidad presidencial de veto, para prohibir el suministro de municiones a Italia y Alemania[xv], para ello invocaba la Convención de la Habana de 1928, “cuyo objetivo declarado era prohibir el tráfico de armas y materiales de guerra, excepto si están destinados a un Gobierno, siempre y cuando la beligerancia de los rebeldes no haya sido reconocida, en cuyo caso se aplicarán las medidas de neutralidad”[xvi].
La enmienda promovida por Nye radicalizó aún más las posiciones a favor y en contra de suministrar armas a la República. Incluso en New York Times del 5 de mayo de 1938, llegó a anunciar el fin del embargo[xvii], aunque quizá fuera excesivamente optimista y se quisiera solo alagar los oídos del ministro de Estado de la República, Álvarez de Vayo, de visita en Estados Unidos en aquellos días.
Un suceso lateral, pero con gran significación dado el crítico papel de intermediario de México, fue la nacionalización de las compañías petroleras del país (18 de marzo de 1938) por parte de su presidente, Lázaro Cárdenas, el gran aliado de la II República. Ello reforzó la posición de los contrarios a esta, con el secretario de Estado Cordell Hull a la cabeza, en la que veían una plataforma para la expansión comunista en Latinoamérica[xviii]. Durante esos mismos meses de primavera y verano de 1938, la crisis volvió a amenazar Estados Unidos, con un aumento del paro, crisis en el Tribunal Supremo y caídas de Bolsa. El mismo día de la anexión de Austria por parte de Alemania, Roosevelt, con el índice de popularidad por los suelos, pedía al Congreso un importante aumento del gasto público. En este contexto, el senador Nye presentó una propuesta para levantar el embargo a España, el 2 de mayo[xix].
Ante la propuesta Nye, Roosevelt consultó a su partido, que le indicó que aunque pasara en el Senado, sería rechazada por el Congreso, pues “significaría la pérdida de todos los votos católicos en otoño”. A ello siguió un informe del secretario de Estado, Hull, al Comité de Relaciones Exteriores del Senado, subrayando el riesgo de que la guerra de España arrastrara a los Estados Unidos a una conflagración internacional. El Comité pospuso sine die la propuesta del senador Nye.
Roosevelt tenía mala conciencia, e intentó, bajo mano, apoyar alguna operación, como la compra de aviones que serían pagados con plata española desde Francia, pero la actitud contraria del embajador estadounidense en París, William C. Bullit, y el cierre de fronteras francesas de junio de 1938, condenaron la posibilidad de la República de recibir apoyo internacional, más allá del soviético. El 27 de enero de 1939, un día después de la caída de Barcelona, el propio presidente reconocía su “grave error”, añadiendo: “el embargo va contra los principios tradicionales norteamericanos e invalida la ley internacional establecida […]. La política que deberíamos haber seguido era prohibir simplemente el transporte de municiones de guerra en barcos norteamericanos. La España leal podría así haber luchado por su vida y por algunas de las nuestras también, como los acontecimientos demostrarán con mucha probabilidad”[xx]. Profético, pero tardío.
La inhibición internacional condenó a la II República y con ello a España a cuarenta años de dictadura. Miedos, reticencias, populismo, catolicismo, permitieron campar a sus anchas al nazismo y el fascismo, con la falsa esperanza que con ello se sintieran satisfechos. No fue así y lo pagó el mundo entero. Quizá sirva de cierre un fragmento del informe que el embajador en España, Bowers, entregó en marzo de 1939 en Washington. En su punto nueve, dice[xxi]: “Mientras las potencias del Eje mandaban ejércitos, aviones, tanques, artillería, técnicos e ingenieros a Franco, el Comité de No Intervención y nuestro embargo representaban una poderosa contribución al triunfo del Eje sobre la democracia en España, y que mientras que la guerra contra China era sostenida solamente por el Japón, contra Checoslovaquia solo por la Alemania nazi, contra Abisinia solamente por la Italia fascista, el primer país que era atacado por el Eje -Italia y Alemania juntas- era España”.
Como dijo Claudiano: Quid iuvat errorem mersa iam puppe interí?[xxii] (¿De qué sirve reconocer el error, cuando el buque ya se ha hundido?).
[i] BOWERS, Claude G. (1977). Misión en España – Embajador USA en España de 1933 a 1939. Barcelona, Ed. Grijalbo.
[ii] https://history.state.gov/milestones/1921-1936/neutrality-acts
[iii] GRELLET, Gilbert (2017). Un verano imperdonable. Madrid, Escolar y Mayo Ed. (Traducción A. Cisteró)
[iv] https://www.visorhistoria.com/usa-mar-cantabrico/
[v] https://alba-valb.org/wp-content/uploads/2023/01/George-Watt-Essay-Contest.pdf
[vi] https://www.visorhistoria.com/la-verdadera-historia/#PARISNUEVAYORK
[vii] New York American, 1.2.1937, citado en: THOMAS, Joan Maria (2007). Roosevelt y Franco -De la Guerra civil Española a Pearl Harbor. Barcelona, Edhasa. Página 47.
[viii] https://www.visorhistoria.com/congreso-expo/ Imprescindible el estudio: AZNAR SOLER, Manuel (1987). II congreso internacional de escritores para la defensa de la cultura (1937) -3 volúmenes. Valencia, Generalitat Valenciana. A destacar el testimonio del escritor norteamericano Malcom Cowley (Vol III, páginas 348-375)
[ix] GARNER, James Wilford “The United States Neutrality Act of 1937”. The American Journal of International Law. Vol. 31, No. 3 (Jul.1937), pp. 385-397 https://www.jstor.org/stable/2190452
[x] THOMAS (2007). P. 51.
[xi] https://www.visorhistoria.com/la-verdadera-historia/#VAMOSPELICULA
[xii] «La reacción estadounidense a la anexión de Austria por parte de Alemania» por Mark A. Tarner | NCGo (ncgovote.org)
[xiii] El 8 de julio de 1937, en presencia de Ernest Hemingway y de Eleonor Roosevelt. MICHALCZYK, John J (1977) André Malraux’s Espoir: The propaganda film and the Spanish Civil War. University of Mississippi. Página 27
[xiv] CATE, Curtis (1993). Malraux. Paris, Flammarion. Página 331
[xv] BOSCH, Aurora (2012). Miedo a la democracia. Estados Unidos ante la Segunda República y la guerra civil española. Barcelona, Crítica. Página 154.
[xvi] THOMAS (2007): 53. New York Times, 5.5.1938. Página 15.
[xvii] ESPASA, Andreu (2017) Estados Unidos en la Guerra Civil española. Madrid, Libros de la catarata. Página 151
[xviii] THOMAS (2017): 33
[xix] BOSCH, Aurora (2012): 195
[xx] BOSCH (2012): 215
[xxi] BOWERS (1977): 424.
[xxii] Claudiano. In Eutropium. 2,7.