4.1.11. Ni pensar en salir, Muñoz.
El domingo 28 será un día de asueto. Por la mañana algunos irán al fútbol, donde compiten el Español y el Júpiter, otros a la playa de la Barceloneta, de donde tendrán que irse al haber un fuerte bombardeo en la Barceloneta y en Can Tunis[i], en la ladera marítima de Montjuich. La mayoría, simplemente, dormirán hasta tarde, exhaustos. Por la tarde, reunión en el despacho de la Diagonal, para revisar lo hecho hasta el momento y planificar los siguientes pasos a dar.
Aub, con Marion a su lado, resume: Están rodadas, aunque aún no reveladas, las secuencias del campo de aviación: La I, parcialmente, sin la escena del avión estrellado y Peña intentando salir de él, y todas en las que interviene Codina (en el papel de Schreiner): XXV, XXVII y XXVIII. Además, la que se ha improvisado como recuerdo de la estrategia de ataque, en una azotea[ii]. Si el revelado les satisface, podrán prescindir ya de Codina y sus retrasos hasta que lo vuelvan a necesitar para la secuencia final. Por otra parte, se ha rodado también lo relativo al grupo de republicanos que intentan salir de la ciudad para asistir a Linás: La calle Santa Ana y la dichosa droguería, así como la anécdota de las armas en casa de un fascista, rodada en estudio, o sea, las secuencias V, VI y VII. ¡Ah! Y también la de las honras a Marcelino, la II. Han pasado tres semanas y parece un siglo. Esperan que los resultados sean positivos, el revelar en Francia es un impedimento más al no poder visionar lo realizado hasta semanas después. En total, un centenar de planos rodados[iii]. Los últimos saldrán para París el lunes por Air France. Roland Tual está ya informado.
Por la noche, ya en el hotel Majestic, le han entregado a Max Aub un sobre: El número XIX de Hora de España[iv], que incluye en la página 83 su obra de teatro: “Pedro López García -Auto”. Una notita adjunta: “Enhorabuena, espero no abandones el teatro por el cine”, firmada por José Bergamín. Al día siguiente, se lo enseñará a Malraux. ¿Te acuerdas? Nos presentó en Cruz y Raya. Esta noche, ya en la cama, pensará en Peua, allá en París, mientras lee a Gil-Albert en la página 40:
Y al final mi estancia vacía,
con la soledad sobre el lecho,
más espantosa que nunca,
como un abismo sin frondas,
quieta…
Antes de dormirse, cederá a la tentación de leerse con autocomplacencia: “MADRE: Si los hombres no tienen redaños para deciros las cosas, a mí no se me quedarán en la boca; me dolerían las muelas y os las escupo; cuervos que vais al olor del botín, chupasangres, hijos de mala madre. (El sargento se sienta la mira, divertido.) ¿Creéis que no os conozco? Sois iguales a vuestros abuelos. No; no sois iguales, sois los mismos enemigos del pueblo. Con una vieja no os atreveríais y por eso hablo; es posible que si no también callara, por miedo. Hace cien años que andabais por aquí, con las mismas boinas rojas y el corazón negro. Matando y robando en nombre de Dios. Carlistas, traidores. Pero ya vendrán los liberales y os darán vuestro merecido. Alguna vez se tiene que acabar la mala hierba y la mala sangre”[v]. Sí, desde el carlismo, e incluso antes, se arrastra la misma podredumbre. El lo conoce bien, allá por los riscos del Maestrazgo. Y el sueño le vence, la revista caída.
Está concluyendo un agosto preñado de dificultades y retrasos, pero que mantiene aún viva la llama de la esperanza.

Centrados en los estudios Orphea, a falta de las baterías del camión y de suficiente película virgen, el equipo técnico se ha dedicado a montar lo que será la oficina de Peña. Se trata de una estancia bastante amplia para poner la cámara y dominar el conjunto. Una mesa sobre caballetes, bajo una de las tres ventanas que iluminan la estancia, un botijo en una de ellas, Un teléfono en la pared.
Hace calor. Otra mesa en un lateral, también con planos, delante de un gran mapa de la zona de Teruel. En la pared contraria, se tendrán que colgar unos paracaídas que alguien irá a buscar a La Volatería.
—¿Estará listo Mejuto?, pregunta Malraux a María Luz Morales[vi], que ayuda esporádicamente, pero con más frecuencia durante las ausencias de Max Aub.
—Cuente con ello. Ya llegó el permiso de comandancia —afirma Paula, la esposa de Thomas, convertida en una script eficaz.
—Ya me dijo Max que era un buen actor. Que encajaba en el papel de capitán Muñoz —interviene María Luz Morales, que de eso entiende—. Alto, apuesto -esboza una sonrisa-. Declama bien. En Madrid dejó una buena impresión en

Liliom, una obra del húngaro Molnar, dirigido por Federico[vii]. También trabajaba su hermano Enrique, pero Severiano Andrés, ¡caramba con el nombre!, era el protagonista. ¡Ah, que época!, Federico y La Barraca, el club Anfistora[viii], dónde estaría hoy España si no se hubieran alzado contra la Republica. Me dijo Bergamín que el año pasado aún actuó en Madrid, en el teatro de La Zarzuela, con un gran éxito. Era La tragedia optimista[ix] (¡eso sí que es un título!), que adaptó María Teresa León. También era el protagonista. Sí, tiene experiencia, aunque no en el cine. Además es militar, por lo que no le costará adoptar el porte necesario.
María Luz Morales tiene criterio, conoce el arte de la interpretación, en especial a partir de su función de directora de La Vanguardia y sus escritos de teatro, cine y moda.
—Si usted lo dice… —André está algo escamado por los tics teatrales de Santpere y Codina. Es verdad que hasta ahora Mejuto lo ha hecho bien. Pero estar siempre pendientes de la autorización militar… sería un desastre que no pudiéramos rodar lo que falta con él.
—Estaba en la 72ª división, con Enciso[x]. Cuando fue disuelta, me contó Max que había pasado al XVIII Cuerpo de Ejército. De momento está en la reserva, a la espera de lo que acabe pasando en el Ebro. Tiene el grado de capitán[xi].
—Esto es lo que temo. Le pueden llevar al frente de un momento a otro.
—De momento, hemos avanzado bastante en las escenas de estudio. Crucemos los dedos.
—¿Y las secuencias del interior del avión?
—Bueno, cuando tengan el decorado hablamos —intercala Paula. Habrá que ver con atrezo cuando puede ser eso. Menos mal que tenemos asesores que entienden y han podido inspeccionar un Potez en el aeropuerto. Hacer medio avión con contrachapado no es cosa fácil.
Beben un sorbo de vino. Hace un calor de justicia. Barcelona se apresura entre dos alarmas. Ellos, en un bar esquinero del Ensanche, a la sombra, no lejos del Comissariat, siguen con su planificación. Acaban de llegar Denis Marion y Louis Page. Este dice:
—No ha llegado. No tenemos película suficiente para ir a Tarragona. Y tampoco podría desplazarse el camión de sonido… sin baterías…
—Ahora hablábamos de rodar en estudio. A falta de pan… —Aub intenta ser optimista.
—¡No! —Malraux se levanta airado—. Ambas cosas son imprescindibles. ¿No las habían mandado?
—Sí, hace días, pero deben estar en la frontera.
—Pues voy[xii].
Max Aub, el hombre para todo, la mano derecha, y a veces la izquierda, del director francés.
—Ahora mismo voy y hago unas llamadas. Y si es así, coge un coche y se va en cuanto hayamos rodado el despacho de Peña —concluye André, taxativo. Mira a los dos asistentes—. Rodamos en estudio mientras podamos. Y que alguien vaya ya a Tarragona a ver exteriores. ¿El hotel estaba reservado, no?
—Por descontado. El París[xiii]. Dije que seríamos unos veinte, aunque no todos los días. Los “voluntarios” de Teruel, el equipo técnico, quizá me quedé corta —apunta Paule Boutault.
—Añade a Elvira, al menos. Me lo pidió. Parece que su hermano es médico allí.
—¿Yo también he de ir? —interrumpe Petit, responsable de decorados, que ha estado ultimando el estudio y ha oído la conversación—. Dicen que se bombardea mucho. Lo he leído en La Publicitat[xiv], en primera página.
Aub asiente. Marion no quiere quedarse atrás.
—Así, el lunes, con Santpere y ese tal Mejuto, ¿no?
—Si, parece que vamos cogiendo ritmo. Y los sindicatos que callen. Si no vienen los españoles me da igual. Nos apañamos los franceses. Usted, Max, venga conmigo. Nos vemos por la noche en el hotel para repasar el guion de estas secuencias.
Y diciendo esto, se va a telefonear, seguido de Max Aub.
—Sí, las baterías y también tanta película como pueda —le dirá al cabo de una larga conferencia con Tual, y luego con un amigo de Perpiñán—. El martes, si podemos filmar la secuencia del coche con el perro, al terminar sale pitando hacia Francia. Tome el Buick[xv]. Hablaré con el ministerio para la gasolina.
Max Aub estará casi una semana en Francia tratando de pasar el material por una aduana reticente. Antes de partir, Josette le ha llamado aparte. Le dice:
—Suzanne, a quien conociste hace unos días, ha mandado ya un envío de cosas que le pedí. Los habrá recibido Jean[xvi], otro amigo, que reside en Perpiñán. A su vez tiene un amigo, un comercial que atraviesa la frontera a menudo, que le ayuda en los envíos a Barcelona. Son buena gente. Toma –le da un papel—, su dirección. Seguro que te ayudan a traer las baterías y lo que sea. ¡Y volveremos a tener paté!
A Max Josette le cae bien, pero aún mejor su amiga Suzanne: eficaz, alegre, siempre dispuesta a ayudar. Un encanto. Antigua crítica cinematográfica en Cinémonde, conoció a Josette Clotis en Marianne, la revista política y cultural surgida de Gallimard. Desde entonces son amigas íntimas. Ella le es de gran ayuda dado su conocimiento del mundo del cine. Finalmente, los suministros llegarán a Cerbère el 5 y, tras dificultades en el paso de frontera, a Barcelona el 8 de septiembre[xvii].
El lunes 29 de agosto, cuando André llega a Orphea, están ya en el plató Santpere y Mejuto, de pie, con un guion que les ha dado Elvira en la mano. Bisbisean el texto. Page y Thomas ajustando la cámara Debrie Super-Parvo. A su lado, un Manuel Berenguer[xviii] expectante. Petit no ha venido, está terminando el medio avión de contrachapado en un taller de Sants.
En el ambiente, las palabras de Indalecio Prieto en su discurso del teatro Poliorama del domingo 28: “Todos los ultrajes los hemos sufrido, y no quiero hablar -¿para qué? – de ese gran escenario de todas las farsas, palacio inmenso donde el cinismo se viste de frac, que se llama la Sociedad de las Naciones”[xix].
André Malraux, antes de dar la orden de “Acción”, en voz alta, recuerda a los presentes el objetivo de la secuencia:
—la República está ahogada por la No Intervención. No hay aparatos con los que acudir a la protección de Linás, impidiendo así que el ejército rebelde avance. Santpere, su comandante Peña, que acaba de llegar del frente, irá respondiendo a las preguntas de usted —dirigiéndose a Mejuto—. Hay un puente que es clave: pero no hay aviones para atacar con garantías, ellos tienen muchos más. Vamos a por la primera parte: Entra Muñoz, y se pone a mirar planos, lo que también está haciendo Peña. Ensayamos, rodaremos cuando estemos seguros del resultado.
Lo hacen. Entra Mejuto:
—Recibieron sus nuevos aviones, ¿no?
—Éramos uno contra ocho.
Peña enciende un cigarrillo mientras su capitán se le acerca.
Sigue la conversación hasta que este dice:
—Si al menos tuviéramos los nuevos visores.
—Alto!, cambio de plano —indica el director.
Entre tres mueven el trípode hacia otro enfoque. Si al menos tuviéramos un trípode con ruedas, bromea Thomas en voz baja. Lepiani, dándose la gran vida en Madrid, sin tan siquiera la delicadeza de llamar diciendo que no encuentra el dichoso artilugio. Todos intuyen que no van a poder disponer de él en un largo tiempo.
Ahora la cámara enfoca un gran plano, con dos líneas que se unen en los extremos. Peña relata la revuelta de los republicanos en una serie de poblaciones hasta Linás.
—A esta hora sus refuerzos sólo pueden llegarles por la línea de Zaragoza —resume Muñoz.
Page ha accionado el zoom hasta un plano medio. Peña concluye:
—Por eso Jiménez atacará tan pronto como vuelen el puente…, pero volar el puente uno contra ocho…
Un plano más cercano es interrumpido por el timbre de un teléfono que ha accionado Berenguer a una señal de André.
—¿Diga?
El director corta bruscamente.
—¡No!, ¡no! El teléfono no ha de funcionar bien. ¡Ni teléfonos en condiciones tenemos! Lo ha de repetir mientras se enfada. Venga, con mala leche.
Lo repite hasta cuatro veces. Un primer plano de Peña hablando por teléfono y después la cámara da un giro hacia la lateral donde Muñoz debe intentar aparejar uno.
—¡Corten! —Malraux aparece ante la cámara con los brazos en alto— ¿Y los paracaídas?
Nadie se había dado cuenta[xx]. Bajan la cabeza. La escena debería consistir en Muñoz intentando preparar un paracaídas, acción que impide su comandante:

—Ni hablar de salir, Muñoz… No tenemos bastantes aviones como para darles el gustazo de que se los carguen porque sí.
Pasan unos momentos de agobio. André, andando a grandes zancadas por la estancia, todos los demás intentando pasar desapercibidos. Finalmente se para y con la cara crispada dicta:
—Sigamos con el plano final. Lo de los paracaídas lo haremos en un momento que podamos y luego lo montamos. Esos Miro… Venga.
Nuevo giro a la izquierda. Con el plano a la espalda, Peña introduce una parte importante de la película, la que se ha de rodar en Tarragona, si todo va bien… Concluye la secuencia según el guion previsto.
PEÑA: No falta gente nuestra del otro lado.
MUÑOZ: ¿Aún en la ciudad?
PEÑA: Sobre todo en la ciudad.
—Y: corten. Ahora aparecerán los republicanos de la droguería de la secuencia IV. Gracias. Puede quedar bien. Repitamos.
Seguirán así hasta la hora de comer las habituales lentejas y, hoy, un trozo de tocino. Por la tarde, rodarán lo ensayado. Los paracaídas tardarán días en llegar. Serán treinta segundos para los que Mejuto deberá recordar que llevaba la pipa en la boca. Lo harán una noche, con focos y de mala gana.
Ya de regreso al hotel, quedan para rodar la primera parte de lo que se filmará en Tarragona, en la calle Montcada, a penas un minuto pero de gran interés para el director. El coche ha de ser el mismo que luego siga allí. Tual le ha dicho a Malraux que el material llegará a Perpiñán a lo sumo el jueves o viernes. Si todo va bien.
4.1.12.- En la calle Montcada.
En el barrio antiguo de Barcelona hay gran expectación. En la calle Princesa, un camión ha ido descargando la cámara y los focos, que han introducido en el número 15 de la calle Montcada, frente a la bocacalle de la calle de la Barra de Ferro. La entrada del que fuera palacio Aguilar tiene las dimensiones suficientes para rodar cómodamente. Josette está orgullosa de que hayan aceptado su sugerencia, mérito sin duda de la orientación de Elvira Farreras.
La cámara al fondo del recinto, en cuyo centro aparece un lujoso coche descapotable. Salvo los dos cámaras, Page y Thomas, todos los demás se han ido colocando en la parte superior de la escalera lateral, fuera de las tomas. Josette, sujetando un perro con una correa, dice a Malraux:
—Sigo pensando que es una barbaridad que el perro aparezca decapitado al final de la secuencia. Aunque sea uno disecado, es horroroso.
—¿Y la guerra no lo es? Más allá del argumento, conviene ir trufando el relato con notas emotivas. Las mariposas, por ejemplo. Recordar al espectador que estamos vivos, sí, pero que en cualquier momento podemos dejar de estarlo, perdiendo esos pequeños detalles de vida.
—¡Silencio! —grita Page—. Están preparados Carral y Agustín?
Un “sí” se oye desde la calle Montcada.
—Pues: ¡Acción!
La cámara toma los dos hombres entrando y aproximándose al vehículo. Agustín se pone al volante y a su derecha Carral, con un fusil ametrallador en la mano.
—¡Perfecto! Ahora el diálogo.
AGUSTÍN: Aun a toda velocidad, si entras de costado contra cualquier cosa, no te matas siempre.
CARRAL: ¿Y marras el cañón? Tampoco de frente se mata uno siempre.
Malraux abraza a Josette. Aub lo mira. Recuerda como le relató el suceso, durante el primer día de guerra, en Barcelona, que le habían contado: el asalto al cuartel de Atarazanas, con una camioneta para reventar una barricada. Y también como, ya al final de su novela, André había introducido un perro, en este caso un gran perro lobo, adoptado por Manuel, uno de los principales personajes, inspirado en un amigo común: el músico y militar Gustavo Durán.
Josette recuerda haber mecanografiado también un incidente similar, al pasar la novela a limpio. En ese caso, por iniciativa de Puig, inspirado en el anarquista Francisco Ascaso[xxi], dos coches, dos Cadillac, hundiéndose contra dos cañones de 75 y uno del 35[xxii]. Incluso el detalle final de la secuencia, el revuelo de palomas estaba en el relato. O quizá el segundo lance de Puig, donde finalmente perderá la vida.
El perro ha saltado del coche. La proximidad de la cámara le desazona.

Falta rodar la salida. Un asistente ha cogido el chucho cuando ya salía del recinto. Max, decidido, le dice a André: No te preocupes. Eso lo soluciono yo.
El paso del coche por la puerta palaciega se ha previsto rodar desde la parte superior de la escalera. Ahora, todos los del equipo están donde antes la cámara, al fondo del patio, salvo Max que ha saltado dentro del coche y está agarrando al perro por sus patas traseras. A una indicación de Thomas, le cubrirán con una manta negra.
Y se rodará sin mayores problemas el vehículo saliendo y doblando a la derecha, en dirección a la calle Princesa. En racord encajará a la perfección con el primer plano de la calle Mayor de Tarragona.
Aplausos a la iniciativa de Max Aub, que sin tan siquiera almorzar con ellos, partirá a Francia para conseguir pasar por la frontera los envíos anunciados. Agosto ha terminado.
NOTAS:
[i] ALBERTÍ, Santiago y Elisenda (2004) Perill de bombardeig. Barcelona sota les bombes (1936-1939). Barcelona, Albertí Editors. Página 284.
[ii] Será la secuencia XXXIIIBIS según indica el guion publicado en Gallimard (1996) en página 118, al ser reflejo de lo visto en la pantalla. No aparece en las versiones mecanografiadas o las demás publicadas.
[iii] Denis Marion indica: “En agosto se habían rodado 106 planos; en septiembre, solo 76. La cifra fue disminuyendo a continuación” (MARION (1996): 20). Se ha intentado mantener en lo posible esta proporción, basándonos en el atuendo, las fechas conocidas (Tarragona y Collbató) y algo de intuición.
[iv] Hora de España XIX, en: https://hemerotecadigital.bne.es/hd/es/results?parent=d451e0df-d24c-4879-a213-f59ef46b0e88&t=alt-asc&s=10 .
[v] Hora de España, nº XIX. Julio de 1938. Página 88.
[vi] MORALES, María Luz (2019). Alguien a quién conocí. Sevilla, Ed. Renacimiento. Cuenta su colaboración en la página 247 y siguientes.
[vii] PERALTA, Rosa (2007) Manuel Fontanals, escenógrafo: teatro, cine y exilio Madrid, Ed. Fundamentos. Página 82.
[viii] MORLA LYNCH, Carlos (2008). En España con Federico García Lorca. Páginas de un diario íntimo, 1928-1936. Sevilla, Ed. Renacimiento. Página 467.
[ix] Obra de Vsevolod Vishnievski, estrenada el 16 de octubre de 1937. Críticas en: El mono azul. 18.11.1937, pàgina 1.
[x] GONZÁLEZ-TABLAS SASTRE, F.J. (2016) Dos sombras y una guerra. PDF en: https://www.mcu.es/ccbae//es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=11564
[xi] Andrés Severiano Mejuto era capitán de Estado Mayor, de la 3ª sección de la Agrupación Autónoma del Ebro. GONZÁLEZ-TABLAS SASTRE (2016): 115. Su hermano Enrique era teniente en la 4ª sección.
[xii] MARION, Denis (1970). André Malraux. Paris, Seghers. Página 21.
[xiii] Hotel París, hoy desaparecido, sito en la plaza Verdaguer, 3
[xiv] La Publicitat, 28.8.1938. Página 1. Narra la visita de las autoridades para ver los efectos de los bombardeos. Durante agosto, Tarragona fue bombardeada los días 14, 15, 16, 21 y 24, más otras incursiones cercanas para atacar vías férreas (GONZÁLEZ HUIX, Francisco J. (1990). El asedio aéreo de Tarragona 1937-1939. Tarragona, Diputación. Página 101.
[xv] MARION (1970): 72
[xvi] CHANTAL, Suzanne (1976) Un amor de André Malraux. Josette Clotis. Barcelona, Ed. Grijalbo. Página 115
[xvii] MARION (1970): 21.
[xviii] Sierra de Teruel, 50 años de esperanza. Archivos de la Filmoteca, Año I, nº 3. Valencia, Filmoteca de la Generalitat valenciana. Página 282.
[xix] El Noticiero Universal. 29.8.1938. Página 1.
[xx] La secuencia III se rodó, como mínimo, en dos ámbitos o momentos distintos, como se puede apreciar en la sombra proyectada cuando Muñoz intenta ponerse un paracaídas: no corresponde a una ventana de las que se ven en la primera parte.
[xxi] BOCHET, Marc 1996). L’espoir de Malraux. Paris. Hahette Repères. Página 51
[xxii] MALRAUX (1995) : 106 Y 115.