4.3.1. Montserrat.

El sábado 1 de octubre, el equipo de rodaje ha quedado para un desayuno conjunto en la Barceloneta, más concretamente en las “muscleras” (mejilloneras) del puerto. No ha sido posible. La imagen de desolación que se atisba desde los pies de la estatua de Colón les hizo desistir de la idea. Retrocedieron hasta un bar cualquiera de las Ramblas.
—¡Qué noche! –inició Aub, con semblante somnoliento.
La estrategia de la aviación rebelde era clara: generar numerosas alarmas, con esporádicos bombardeos, en especial en la zona del puerto[i]. Este día las sirenas han sonado durante toda la noche y la madrugada. Los nervios de la ciudadanía a flor de piel. Esta vez no han acertado, pero días atrás habían dañado dos mercantes ingleses[ii]. Pero ello no afectará la pacata actitud británica respecto a la República.
—Menudo ajetreo, y encima con el cambio de hora[iii]. Esto siempre afecta al sueño.
—Una hora más de vida que nos regala el gobierno —comenta Max, blandiendo un ejemplar de La Vanguardia algo atrasado— Negrín duerme poco. ¡Ah! y por cierto, ha recibido de las Cortes una aprobación por aclamación a su obra. Igual nos retrasa más horas. Y con la gente medio dormida, y los precios de los teatros aumentados un 36%, ¿quién se preocupará de los escenarios?
Los bocadillos eran infames. El pan duro, el queso insípido, poca cosa más había. El vino, agriado. Después de unos comentarios banales sobre lo difícil que había sido conciliar el sueño, André se levanta:
—¡No lo aguanto! Me voy al hotel, me espera Josette. A ver como tiene el pie. Temo que no pueda venir a Montserrat.
—Te acompaño.
Max y André suben por las Ramblas. Los demás prefieren terminar el infumable bocadillo para luego dar una vuelta por el casco antiguo.
Max Aub detiene un momento a su amigo, asiéndole por un brazo.
—André, tengo una noticia excelente. La quería dar a la hora del café, pero el desayuno se ha ido al traste. ¡Tengo a Lado!
Ante la mirada interrogante del francés, añade:
—Sí, José María Lado[iv]. Un actor competente, capaz de muchos registros. Será el José perfecto. Pasó por el Consejo del Teatro anteayer.
—Bueno.
Sabía de la respuesta de Malraux, así que desenfundó la segunda noticia:
—Y otra, con dos vertientes: podemos rodar en Collbató. He hablado con el Estado Mayor y nos dejan soldados. Habrá que ir a Montserrat para ver los que están allí recuperándose[v]. El monasterio se ha llenado de heridos, difícilmente podremos alojar a todos los que nos prometieron. Pero allí puede haber también un buen contingente en condiciones de bajar a Collbató y hacer de extras.
Aunque en la mayoría de los libros que lo estudian se repite la cesión de 2.500 soldados como extras del rodaje de Sierra de Teruel, es difícil imaginar que, cuando la batalla del Ebro se estaba decantando a favor de los rebeldes, la República hiciera tal sacrificio, por mucho que se tratara de unidades en formación.
De ahí que, sin fundamento documental, se introduzca aquí la posibilidad de que, al menos unos cuantos, provinieran de la clínica Z que trataba los casos en los que, estando casi restablecidos, precisaban de un proceso de recuperación y endurecimiento (RIU PORTA (1979):8)
—¿Y ahora me lo dice? ¿Hay película?
—Me ha dicho Page que sí, al menos para esta secuencia final. Además, es posible que nos llegue más a mediados de la semana.
—Pues no hay tiempo que perder. Yo voy mañana por la mañana a Montserrat per coordinarlo. A ver que nos pueden dejar. Usted ocúpese de los actores. Recuerde: Han de estar los que interpretan al comandante (Santpere), a Schreiner (Codina) y también los demás de la tripulación de Muñoz. Y dígales a Page y Thomas que tengan ya los equipos preparados para subirlos el martes a primera hora.
—A Muñoz lo veo difícil. Mejuto Cada día tiene más ocupaciones. Me temo que el ejército lo reclame de nuevo.
—Pues esta misma tarde revisamos que secuencias nos quedan para rodar con él. Es imprescindible.
—Así, de golpe, te diría que lo imprescindible es que se le vea en el interior del avión. Pueden ser momentos aislados, siempre que estén los demás que intervengan. Hicimos bien en rodar las del despacho de Peña la de los aviadores reunidos en su dormitorio.
Ante el revuelo montado, previendo que la estancia en Montserrat le va a llevar todo el tiempo disponible, Aub irá a la calle Pelayo, a la sede de La Vanguardia, para habar con María Luz Morales, su directora, para que le ayude a localizar algunos actores secundarios para la secuencia clave. Ella dirá, avanzando el resultado del rodaje en Collbató[vi]: “La belleza lograda por esas imágenes, su patetismo hiriente, culmina en la secuencia final, que se ha llamado “descenso de la montaña. No se obtuvieron para su realización los medios esperados y, sin embargo, es acaso su sobriedad, casi hieratismo, lo que en ella más conmueve. Se trata de un extraño, patético, cortejo fúnebre”.

Lunes 3. Malraux, con una renqueante Josette, Page, el cámara Thomas y Denis Marion, han salido de madrugada hacia el monasterio. El belga ha insinuado que quizá su colaboración sea más eficaz si se instala en París. André no ha querido echarle en cara el tema del miedo, de los bombardeos, del hambre, de las eternas lentejas, aunque con los envíos de la amiga de Josette puedan hacer, de vez en cuando, algunas excepciones. Ya lo hablaremos con tranquilidad, ha cortado el director. Le preocupan las deserciones, también Paule, la esposa de Thomas ha manifestado su interés en marchar de una Barcelona bombardeada cada vez con más frecuencia.
Les han recibido en corporación. El director de la clínica Z, doctor Josep Riu, el responsable de la Generalitat, Sr. Carles Gerhard[vii] y el comisario político, Federico Muñoz[viii]. Lo primero, protocolo obliga, una visita al monasterio. El otrora convento, cuyo refectorio se convertirá, por el alud de heridos provenientes del Ebro, en un quirófano; el claustro, la basílica, y su activa biblioteca[ix], regentada por un amigo de Aub: Manolo Altolaguirre, que ha preguntado por él. Luego, dirigiéndose a Malraux, se interesa por la posibilidad de contar para el rodaje con un amigo suyo, ahora llamado a

filas pero destinado a Barcelona: un poeta gallego que estuvo en contacto con lo más granado de la poesía española: García Lorca, Aleixandre y, en especial, Cernuda. Ya veremos, ha contestado displicente el francés. Sin embargo, Serafín F. Ferro[x] acabará interpretando el corto papel de Saïdi en la secuencia XXVI, que se rodará en cuanto acaben la XXXIX en Montserrat, dada la necesidad de contar con André Mejuto, capitán en riesgo de incorporarse a la milicia activa. Sin embargo, a la postre, y aún a pesar de que El capitán Muñoz (Mejuto) es quien según el guion pilota el avión siniestrado, no saldrá en ningún plano de la secuencia que se pretende rodar en Collbató y Montserrat.
También han saludado a dos artistas alojados allí desde hace meses: el pintor Anglada Camarasa y el escultor Viladomat. Malraux elogia, protocolario, la obra de ambos. Enfoques distintos[xi] para obras meticulosas.
Delante del monasterio, diversos edificios albergan la clínica Z[xii], dedicada desde hace unos meses a la recuperación y endurecimiento de los heridos en el frente. Mucha actividad. Suben a la azotea del mayor inmueble, donde hay, incluso, un velódromo.
Les cuentan que no solo en el recinto monacal hay heridos. En la misma montaña, hay acantonamientos sanitarios en Santa Cecilia y la Colonia Puig.
Primera decepción. Acaban de llegar heridos, la mayoría desde la batalla del Ebro, que llenan todas las dependencias; no hay sitio para albergar soldados provenientes de Barcelona. Hay en este momento más de 1.800 hospitalizados[xiii].
Mientras toman un sucedáneo de café, el director les explica que se trata de la secuencia cumbre de la película: unos aviadores cuyo aparato ha sido derribado, son auxiliados por los campesinos del lugar. Ha de representar que sucede en la serranía del Jabalambre,

en Valdelinares, pero le ha dicho su más estrecho colaborador, el amigo de Altolaguirre hoy ausente, que en el pueblo de Collbató hay un sendero que lleva a una cueva muy conocida, que podrá servir[xiv]. De vuelta a Barcelona, al pie de la montaña, deciden que pasarán por el sitio para ver ya puntos de filmación. Gerhard a apuntado que quizá puedan dejarles algunos soldados en su fase última de recuperación. El bajar a Collbató, hora y media de camino y regresar al anochecer les será el mejor endurecimiento. Quizá un centenar o algo más. Pero, apunta el delegado de la Generalitat, hombre de amplia cultura, no sé si será creíble ver tantos jóvenes. En los pueblos no quedan, están en el frente.
—Pero tenemos a los habitantes de Collbató, y su me apuráis, de Monistrol, Marganell o de otros pueblos cercanos —ha insistido.
—Sí, si es tan idóneo como nos han dicho, mañana mismo podríamos empezar a trasladar el material de rodaje.

—Yo bajo con ustedes —ha añadido el doctor Riu—. Mi esposa es de Collbató, y mis padres también están refugiados allí[xv]. Les presentaré a gente. Seguro que estarán entusiasmados en colaborar en una causa tan justa y necesaria.
Y así lo hacen. Isabel, la esposa del director los acompaña a ver algunas casas. Sí, faltaría más, les han dicho. Al menos podrán alojar allí a los actores principales y algún técnico. Y cuando se trate de montar el cortejo que acompañará a los aviadores, pueden contar con ellos. ¡Qué ilusión!
Un breve recorrido por el serpenteante camino a las cuevas del Salitre, y una panorámica de conjunto desde el mirador del pueblo les han acabado de convencer de que es la localización ideal para la secuencia.
Han vuelto a Barcelona llenos de energía. En el hotel les espera Max.
—Santpere está a punto. Le he dicho que tendrá que permanecer cuatro o cinco días en Collbató y ha accedido. Codina también, aunque no lo precisamos tanto tiempo. Además, María Luz ha hecho un buen trabajo con los secundarios. El que hace de Pujol también vendrá. ¿Habéis conseguido los extras?
—En el pueblo quizá un centenar. Además, algunos heridos en recuperación podrán bajar desde el monasterio si hace falta. ¿Y el ejército?
—El miércoles pueden coger un tren a primera hora. Les he dicho que los necesitaremos tres días. ¿Bastará, verdad?
Se calla el riesgo de que el movimiento de tanta gente, unos dos mil, sea detectado por la aviación rebelde. Lo ha orillado diciendo que tienen alberge en las casas del pueblo, aunque en realidad, deberán cobijarse en pajares y cobertizos en la medida de lo posible[xvi].y si es preciso, vivaquearán bajo los olivos del entorno.
—Eso espero. No perdamos tiempo. Mañana, todo el equipo ya ha de estar en Collbató. Nosotros iremos de madrugada cada día. Antes de las 8 estaremos allí. Hay que aprovechar al máximo las horas de luz.
—Sugiero que vayan mañana por la noche. Son mucha gente y mejor pasar desapercibidos.
André está pletórico. Que en plena batalla del Ebro, estancada desde hace dos meses, la República le ceda dos mil soldados para rodar una película indica la importancia que se le da a su proyecto. Así se lo dice al equipo de rodaje.
—Aprovechemos el momento. La firma del acuerdo de Múnich y la retirada de los miles de internacionales que ha anunciado Negrín en la Asamblea de las Naciones[xvii], pueden marcar un punto de inflexión. No quiero ser pesimista —matiza un, por una vez, cauteloso Aub—, pero quizá no se presente otra ocasión como esta. Con extras locales nunca lograríamos el efecto que pretendemos.
Marion añade:
—Este miedica de Chamberlain está vendiendo Checoslovaquia, y de rebote España, a Hitler[xviii].
—No perdamos más tiempo —con una mano, Malraux barre a los asistentes— mañana todo el equipo de rodaje allí. Aub, vaya con ellos y quédese ya allí. Si ven que falta algo me lo dicen por teléfono y lo traemos la madrugada del miércoles. No podemos perder ni un segundo. Venga, y ahora a descansar.
El martes a primera hora, un camión con las cámaras, los focos, un trípode y unos rieles de trávelin, incluso un ataúd y una ametralladora inservible que les han dejado, parte para Collbató. Aub dedicará unas horas a entrevistar y fotografiar gente mayor que

puedan servir para rodar instantes de ambiente. Con Page, Thomas y Berenguer, recorrerán varias veces el camino de las cuevas, planeando ya ubicaciones de la cámara. Gracias a la indicación de un lugareño, han visto, cerca de la entrada de la cueva, en el llamado “paso de las estacas”[xix] una escalera de obra medio escondida entre la maleza, en la que Max ha visto ya un primer descenso de un herido. Malraux hablará después de un “descendimiento de la Cruz” al estilo de Tintoretto[xx].
Por la noche no dormirá. Llegados desde la estación del balneario de La Puda[xxi], a pie, se ha tenido que distribuir a los soldados cedidos[xxii] entre pajares y cobertizos o algunas tiendas camufladas entre los árboles. El equipo de rodaje, Aub y dos tenientes al mando de la tropa se han alojado en casas de vecinos.
En la mañana del miércoles 5 de octubre, a primera hora, llegarán Malraux, Josette. El primero decide que se empiece con la cámara en el mirador del pueblo, abarcando en un
gran plano general toda la montaña de Montserrat. Aub ha distribuido el cortejo de los soldados a lo largo del zigzagueante camino. Dada la distancia, no ha sido necesario mover lugareños. Les ha llevado todo el día, pero ha valido la pena. Han hecho dos tomas para mayor seguridad. Desde las afueras de Collbató, se ha tomado el inicio del cortejo y después, en trávelin, el conjunto zigzagueante, hasta quedar enmarcado en la montaña. Malraux ve ya en la pantalla la zeta premonitoria, el final de la pesadilla que, seguida de un vuelo de aviones republicanos, precederán a la palabra fin. Ignora, o no quiere reconocer, que se evitará la imagen de los aeroplanos cuando se proceda al montaje definitivo, ya con la guerra perdida.
Por la noche, exhausto, Max Aub comparte mesa con una familia de Collbató, Denis Marion y los dos oficiales de la tropa, Manuel y Paco[xxiii]. El escritor ha debido viajar a Castelló d’Empuries por unas horas, para asistir a la inauguración del “Teatro del Hospitalizado”, en la clínica número 9[xxiv]. Unas modestas acelgas hervidas con patatas y un trozo de butifarra acompañada de un tomate frito. La acidez del vino evita un consumo excesivo. Con una rebanada de pan en la mano, Max comenta:
—¡Excelente pan! No cómo el fascista que arrojaron sobre Barcelona el día que visitamos el cuartel de Bruch[xxv].
—Los bombardeos son cada vez más frecuentes. Si no aguantamos en el Ebro, será un descalabro —añade Marion, ante la mirada crítica de los militares.
—En el Ebro se aguanta, vaya si se aguanta. Volví de allí hace dos semanas. Aquellos riscos de la Terra Alta son inexpugnables —comenta uno de los oficiales.
—Pero sin los internacionales…
—Sí, claro, será una baja sensible —es Manuel quién habla—. Pero no tanto como pueda parecer. Son ya muchos menos, por desgracia ha habido numerosas bajas. Hay compañías enteras que ya están formadas solo por españoles. Mira la XV Brigada, mandada por Valledor, español[xxvi]. La mayoría son de aquí. Y se marcharan solo los extranjeros.
—Y no todos —rectifica Paco–. Muchos quieren quedarse. A saber como les recibirían en sus países.
—Que los italianos retiren algunas tropas no va a influir gran cosa[xxvii]. Es la imagen internacional la que busca Negrín.
Aub persigue una imagen global de la situación que pueda apaciguar los incendios que a diario sacuden su quehacer. Los dueños de la casa los miran con una mezcla de admiración y preocupación. Según como acabe la guerra, el haberles alojado puede traerles problemas. La señora saca unos frutos secos y empieza a repartir. Su gesto rudo invita a los invitados a interrumpir sus disquisiciones político-militares. El chasquido del cascanueces mitiga la inquietud.
Al día siguiente, les ha despertado un toque de corneta. Los soldados a lo suyo. Se les reparte una taza de un líquido negruzco y un gran pedazo de pan, al tiempo que por la carretera de Olesa llega el coche con un Malraux ojeroso. Dirá Josette a su amiga Chantal[xxviii]: “Los soldados acampan en Collbató. Para nosotros el toque de diana suena a las 5:30 de la mañana. Nos quedamos en la montaña desde las 7 de la mañana hasta las 5:30 de la tarde, sin comer para no perder ni un minuto de luz”. El intenso bombardeo habido en Barcelona durante la madrugada[xxix] les ha impedido dormir, a pesar de que el hotel Ritz no está en la zona cercana al puerto habitualmente atacada.
Al llegar, Page le informa que Thomas y Berenguer ya están en lo alto del camino (punto A del mapa)[xxx] con la cámara. Rodado ya el gran plano general, se pasa ahora a los otros planos del mismo tipo que requieran también un gran número de extras. En cuanto los consigan, los soldados prestados podrán volver a Barcelona, quedándose solo unos cuantos, que complementados por los que puedan acudir desde la clínica Z y lugareños de Collbató, permitirán completar la totalidad de la secuencia XXXIX.
Han dejado el descenso de dos heridos por el “paso de las estacas”, se centran en multitudes. Mientras han dispuesto la cámara sobre un trípode, Aub se está desgañitando con los soldados y los pocos habitantes de Collbató que, de momento, han decidido ya unirse a ellos. Todos al cortejo, grita con su inconfundible erre gutural[xxxi]. Tardan más de una hora en montar la procesión. Demasiado separados, demasiado juntos, un ritmo lento o excesivamente rápido. Han ensayado durante más de una hora los primeros pasos del descenso. Aub, arriba y abajo, se desespera. Por fin, sube hasta la cámara y le dice a Thomas y Page que ya está todo listo. Con un suspiro, André asiente y el valenciano coge un megáfono y aúlla:
—Cuando diga “acción”, empieza a bajar el cortejo. Sigan exactamente las instrucciones que les iré dando.

Empiezan a bajar. Thomas no está rodando. No se fía de la muchedumbre. La película virgen es un bien precioso que hay que ahorrar. Al cabo de unos minutos, le dice a Malraux: Bien. Que vuelvan arriba.
Aub les indica que lo hagan. Otra media hora para recomponer el cuadro.
Es casi mediodía cuando ruedan en realidad. Apenas veinte segundos de plano general, con el cortejo tomando la primera curva del descenso.

Malraux mira al cielo: parece que se mantendrá sereno, salvo algunas nubes altas que no le preocupan. Le dice a su ayudante:
—Todos quietos. Vamos a bajar la cámara a la siguiente curva.
Max mira el reloj.
—Mejor los mandamos a comer. Solo han comido algo de pan casi de madrugada. Los ánimos estarán mejor a primera hora de la tarde.
—Pues que vayan. Nosotros nos quedamos aquí para colocar la cámara en el tramo siguiente. Tenemos que ir siguiendo la comitiva sin perder su grandiosidad. Venga, Max, dígaselo.
Ellos no comerán. Josette, quién a causa de su cojera les espera en el pueblo tomando el sol, dirá más tarde[xxxii]: “Ha hecho unos días espléndidos, tengo los brazos negros, la cara arrugada y quemada… Los primeros días desperdiciábamos, desde la 1 a las 3 de la tarde, el mejor momento de sol, pues todo el mundo se afanaba, sin plato ni cuchara, alrededor de un tonel de lentejas traídas de Barcelona”.
Será así. Por la tarde toca reconstruir de nuevo el cortejo. El tramo no es muy largo y está cerca de Collbató, a lo sumo algo más de un kilómetro. Pero no es fácil mover una masa humana heterogénea no habituada al mundo del cine. Por fin, podrán rodar otros veinte segundos del segundo tramo de descenso.
Ya anochecido, Malraux y Josette regresan a Barcelona. Al día siguiente se encontrarán con Santpere, Codina y algún otro actor, y los llevarán a Collbató en una camioneta. Callan. Están exhaustos. Y el reto solo ha empezado.
4.3.2. 2.500 en Collbató.
El sábado 8, con algo más de soltura organizativa, se espera realizar los planos generales que precisen de la totalidad de la tropa que les han cedido. Entre los habitantes de Collbató ha remitido la desconfianza, bastantes más se unirán también a la filmación. A pesar de ello, siguen con la consigna de evitar que las chicas jóvenes deambulen por el pueblo durante las horas en que la tropa está por allí[xxxiii]. Los niños, revoloteando entre los soldados, recogen las colillas que estos dejan caer[xxxiv]. Ha sido una consigna: que no falte el tabaco.
Con la cámara ya colocada, ha sido algo más fácil organizar el cortejo. Se incorporan ya las camillas con los heridos y el ataúd, coronado por la ametralladora y un ramo de flores, para el supuesto cadáver de Saïdi. Aun no se tomarán planos medios ni cortos, pero conviene que la gente se habitúe a la presencia de los heridos entre ellos y también a las aparatosas cámaras y los focos.
El objetivo es terminar con el rodaje del multitudinario cortejo para pasar luego a tomas con menos extras. Disponen a la tropa esparcida por la vertiente que, del pueblo desciende hasta la carretera que lleva a Manresa. Han conseguido un mulo, sobre el que colocan el ataúd y encima, la ametralladora que han traído de Barcelona. Un de Collbató lo conducirá en el centro de una comitiva más reducida que se aproxima a Collbató. Desde un punto algo más alto, toman el momento en que el féretro cruza un camino lateral. Los extras van acercándose lentamente al camino por donde habrá de pasar antes de entrar en el pueblo.
Malraux indica la orden a Aub, que ejecuta:
—¡Alto! Ha estado bien. Ahora regresen más o menos donde estaban. Los del pueblo, estén atentos.
Su voz llega hasta los techos de la iglesia y edificios colindantes, donde aguardan algunos de los reclutas.
—A mi voz, vayan alzando el puño como les explicamos.
El sonido se añadirá luego. Será una composición de Darius Milhaud[xxxv] hecha exprofeso para el filme. Así que Max irá dando instrucciones con el altavoz durante el rodaje.
—¡Ahora!, ¡acción! Los de la iglesia, brazo en alto. Ha de verse desde aquí. Sigan así… ¡Vale!, pueden descansar.
Han traído de nuevo la cámara hasta Collbató. Rehacen el último tramo del cortejo. Desde el mirador, van rodando como se acerca a la muchedumbre que espera. Un trávelin recorre toda su composición, enmarcando la impresionante montaña de Montserrat.
Aún no son las doce, pero Malraux indica que se proceda a repartir el rancho entre la tropa. Las inevitables lentejas, ya frías, llegadas desde Barcelona.
Gran parte de los soldados podrán regresar por la noche a su cuartel. Quedarán dos compañías que, con los lugareños, ahora todos queriendo participar, y algún refuerzo que pueda llegar desde el monasterio, bastarán.
Por la tarde procederán a rodar en sentido inverso a la marcha del cortejo. Aub se desgañita, puesto que es preciso un paso lo más acompasado posible, pero es difícil combinarlo entre las mujeres y niños del pueblo, algún viejo, y los soldados más acostumbrados a andar con energía.
Finalmente consigue que el cortejo se forme al inicio de la última curva del camino en sentido descendente. Desde allí, tomarán primero una aproximación desde mitad del camino, y luego otra desde el punto más cercano al pueblo, bajo la ermita de la Salud. La primera vez, sin decirlo, los han hecho avanzar sin filmar. La proximidad hace más difícil la toma que cuando solo se trataba de pequeños puntos negros en el recorrido desde la cueva.
—Bien, muy bien. Ahora volvamos a hacerlo. Venga, que se nos irá la luz. Cada uno en el punto que estaba antes.
Rezongando, tropezando entre ellos, un millar de personas retroceden por el camino, hasta desaparecer detrás de la curva. Aub les sigue. Recorre todo el cortejo intentando una distribución creíble de la gente. Luego, a la carrera, vuelve al lado de la cámara, donde Raiguera le espera con la claqueta.
—¿Preparados?, pues… ¡Acción!
Quedará suficientemente bien. Mientras van regresando al pueblo, Malraux le pregunta a Aub:
—¿Y Santpere?
—Habrás visto que esta tarde no necesitábamos el mulo. Así que se ha quedado en el pueblo montándolo para practicar. Josette está con él. Nunca ha montado a caballo, así que si queremos que quede creíble, deberá manejarse con un mínimo de soltura. Está haciendo las delicias de la gente de Collbató. Algunos le habían visto en el Paralelo y, para ellos su presencia es casi un acontecimiento tan extraordinario como el rodaje.
—Pues mañana vamos a ello. Ahora hable con el teniente. A ver cuántos soldados nos dejan. Lo tenemos que saber hoy, porque si faltaran llamaríamos al monasterio.
Así lo ha hecho. Se quedan trescientos. Se desmontan ya las tiendas y, a pie, anochecido, se dirigen a la estación de La Puda para regresar a Barcelona.
Santpere y Codina no han entrado aún en la filmación. Pero Aub insistió en que estuvieran allí desde el primer día para ambientarse. Además, su presencia ha dado una sensación de profesionalidad, de que la cosa va en serio, que no es una diversión sino algo necesario, imprescindible para la República.
El sábado, con la cámara bajo la ermita, se inicia el rodaje con la imagen del comandante Peña, un hierático Santpere, subiendo al encuentro de los heridos a lomos de un mulo y acompañado de un puñado de lugareños, dos niños entre ellos. La montaña, impresionante, ofrece el fondo ideal para el dramatismo que se avecina.
André comenta con Marion y Aub sus recuerdos. Aquel recorrido angustioso entre naranjos en cuanto supo que el Potez de Florein había sido derribado[xxxvi]. Mora de Rubielos, con su hospital precario instalado en la escuela. Luego Linares, fin del camino. Subido en un mulo, como ahora Santpere. Belaïdi, muerto, tendido en una lujosa cama de la casa de los Lozano en Valdelinares. Heridos, Maréchal con la cara destrozada, a quien Florein tuvo que evitar que se suicidara al ver el destrozo. Precariedad, miseria. Estas escenas deben quedar impecables, es nuestro testimonio de tanto sacrificio.
Belaïdi, el Saïdi de la película, que aún no han filmado. Quizá sirva el recomendado de Altolaguirre. Marion recuerda que deben acabar cuanto antes en el estudio la secuencia de los internacionales.

Suben la cámara a mitad del primer tramo. Se prepara un cortejo reducido delante del cual aparecerá el ataúd sobre una mula. No podrán rodar lo que habían previsto en el guion, meses atrás: un asno cargado con un trozo del ala de un avión[xxxvii], imagen real del rescate efectuado en Valdelinares. Aub intenta que en primer término aparezcan gente de Collbató, incluso uno con un azadón. En el recodo, apunta una camilla con un herido.
Luego, con la cámara algo más elevada, se rueda el paso del cortejo, en fracciones reducidas: el ataúd, la camilla, una segunda camilla con el segundo piloto, Pujol. Escasos segundos que a buen seguro serán preciosos a la hora del montaje, a saber cuándo.
Malraux va viendo como la secuencia soñada va tomando cuerpo. Mutilado, pero cuerpo al fin y al cabo, ha pensado Aub. Su lógico empeño por conseguir grandes planos del cortejo que culminará en la Z final hará que algunos planos medios, con diálogos enriquecedores, queden finalmente sin rodar, o al menos sin montar, como por ejemplo los tres primeros en los que Pujol, montado en un burro, con la pierna rota, exclama: ¡Eh! Muchachos, ahí está Peña[xxxviii].
Han subido al inicio del camino. Desde el rellano de la entrada a la cueva del Salitre, contemplan la humareda del bombardeo en Barcelona[xxxix]. Santpere, que ha subido a pie, comenta:
—Aquí estamos a salvo —fue la razón que él mismo se dio para acceder a pasar una semana en el pequeño pueblo que les acoge.
Codina, sin embargo, no es tan positivo.
—¡Cuánta gente sufriendo! Quizá también bombardeen Lloret. ¿Va a durar mucho el rodaje aquí?
—Un par de días —ha contestado Aub, mirando a Malraux que asiente.
—Si rodáramos mi parte, quizá yo podría regresar a Barcelona con vosotros esta noche y así estar con la familia el domingo.
Sin esperar a la autorización de Malraux, Page a quién Codina le cae bien, avanza:
—Primeros y medios planos con la Eyemo. Se puede hacer en una hora. Y con poca gente. Con gente de aquí y una veintena de soldados cubriremos el momento en que llega la camilla y los porteadores la depositan en el suelo para ser sustituidos. Santpere sobre el mulo, se acercará a él interesándose por su estado -mira a Aub. ¿Se caerá? — Esto lo podemos hacer con la Super-Parvo, y luego los primeros planos.
Malraux se encoge de hombros. No se pueden librar todas las batallas.
Así lo harán. Gente del pueblo y media docena de soldados como porteadores. Avanzan por el camino; bajan la camilla hasta el suelo. En este momento, una vieja se acerca al herido con una botella. Un campesino le impide el gesto,
—A ese no hay que darle de beber aunque lo pida. Lo dijo el médico —dice el extra, en un plano medio de él y la mujer, con la camilla a sus pies. Han escogido al que tiene menos acento catalán.
La vuelven a levantar mientras, en sentido contrario, aparece Santpere a caballo. Le mira fijamente. Por detrás del herido van desfilando los vecinos de Collbató, bastantes mujeres. Pocos en edad militar.
—¿Así que fue usted el que derribó el caza? —pregunta el comandante Peña al ametrallador.
Peña, ayudado por uno de los porteadores, se baja del mulo. Luego seguirá andando al lado de Codina.
—¡Corten! Esta vale. Pasemos a los planos cortos.
El oficial y el ametrallador hablan. Una herida en el vientre son cuatro horas, dice este, pidiéndole una pistola.
El comandante es reacio a dársela, previendo un suicidio. El aviador insiste con un argumento que podría interpretarse como una crítica a la política de Negrín de prolongar la guerra con su “resistir es vencer”. Dice:
—Bien está lo que está bien. Pero más es inútil.
Se la da. El herido acabará aceptando no usarla antes de que le haya visto el médico. Lo dice mientras la camilla desaparece por la izquierda.
—¡Corten! Excelente. ¿Está la vieja?
Max se acerca a un grupo de mujeres que se arraciman unos metros más allá. Previsor, sospechando que el acento catalán de las vecinas de Collbató no encajaría con el supuesto de la gente de la zona de Valdelinares, ha traído media docena de mujeres escogidas entre las refugiadas del estadio de Montjuich, previo un remedo de “casting”, para los planos de la secuencia XXXIX.
—La de las nacionalidades —solicita.
Avanza una mujer fuerte, decidida, que lleva a su madre, algo ida de la cabeza, cogida del brazo. Fue una condición que puso, y que a Max le pareció bien, pues daría realismo y verosimilitud.
—¿De dónde son los que no son de aquí?
Por detrás, van pasando componentes del cortejo.
—Uno alemán, otro francés.
Ella se lleva la mano a los ojos, preguntando por el origen de Márquez:
—¿Y el aquí?
—Español[xl].
Y señalando el ataúd.
—¿Y ese?
—Árabe.
—¡Uy, árabe! —dice sorprendida, mientras se une al cortejo que se aleja.
Page, con la cámara en la mano, pregunta:
—¿Qué queda? Aún tenemos un par de horas de luz.
Max consulta el guion que lleva:
—Vayamos a lo de Márquez. ¿Habéis traído el espejito?
Despejan el camino, y se dispone de nuevo el cortejo alrededor de la camilla que lleva a un herido con la cara vendada. André se emociona. Recuerda como su amigo del alma, Raymond Maréchal, siempre a su lado, quería suicidarse al verse desfigurado. Él, de buen parecer y con predicamento entre las féminas, no podía soportar verse con el rostro deformado. Solo la actitud decidida del piloto Florein consiguió disuadirle. Por imperativo de la República, supervisado por Mantilla, se había cambiado la nacionalidad del herido. Debía de ser un español, así que se le dio el nombre de Márquez.
La camilla avanza, al llegar a la altura del comandante, se para. En ella hay un herido con toda la cabeza vendada, circunstancia que ha hecho innecesaria la presencia del actor que lo encarna.
—¿Ves?
—No mucho, pero a usted sí le veo.
—¿Necesitas algo?
—Dile a la vieja que se marche a hacer puñetas con sus caldos. ¿Y la ambulancia?
—Tardaremos hora u hora y media en bajar.
Malraux recuerda que el penoso recorrido desde Valdelinares a Linares de Mora, último punto donde había podido llegar la ambulancia, requirió más de cuatro horas.

El comandante ha iniciado de nuevo la marcha cuando Márquez le llama. Aquél da la vuelta al mulo, estando a punto de caer. Malraux, en la distancia, se lleva las manos a la cabeza. Aub suelta un exabrupto. El herido pide un espejo a su jefe. Este responderá que no lo tiene, fuera de cuadro, ante la imagen de un espejito que habrá sacado de su cartera.
André mira al cielo. Algunas nubes no preocupantes. Aún aguanta la luz.
—Vamos: la Dolorosa.
—La Dolorosa, acérquese —le da el sobrenombre que le había indicado Malraux: una mujer delgada, cubierta de negro su cabeza, de mirada lánguida.
Peña se ha bajado del mulo, tentándose los riñones. Se sienta en una piedra.
La mujer se acerca a la cámara.
Aub indica: Da igual. Rodemos a la Dolorosa con la cabeza del mulo y alguien con la cazadora de Peña de la que solo se verá el brazo. Luego montamos.
La voz del comandante en off.
—Al que está herido en la cara será mejor que no le dé.
Ella, sujetándose el pañuelo en el pecho.
—No había otra gallina en el pueblo.
—A pesar de ello…
—Yo también tengo a mi hijo en el frente.
Solidaridad, generosidad, heroísmo. El pueblo con el ejército. Malraux está contento. Por la noche, ya en el Ritz, desbordará su euforia en Josette, que ve como no mejora su llaga en el pie. Ella dirá a su amiga Suzanne[xli]: “Hay unos planos muy hermosos. André está contento. El pie, en cambio, no está bien. La herida del talón es profunda y me duele bastante. Me ponen inyecciones. André me ha traído un frasco de perfume español. ¡esto demuestra lo enferma que estoy!”.
Con la poca luz que queda siguen con un par de planos, algunos segundos para aportar dramatismo o dar continuidad al relato. A día siguiente, podrán ya centrarse en rodar en el interior del pueblo. Aub no regresará a Barcelona para poder tenerlo todo a punto a las 8 de la mañana. Se ocupará de los maquillajes de los heridos, de tener de nuevo el ataúd coronado con una ametralladora sobre un mulo. Sigue haciendo buen tiempo.

Al llegar, Josette se le agarra del brazo.
—He tenido una idea. Cuando pasen por aquí —señala un muro sobre el que se situarán los aldeanos al paso del cortejo—, unas niñas en primer término recogerán las rodillas al paso del ataúd. Es un detalle pero dará una señal de realismo. ¿Qué te parece? A André le ha encantado.
Al no poder subir arriba y abajo del camino durante el rodaje, se ha tenido que quedar en el pueblo, hablando con las mujeres con la ayuda de una que habla algo de francés. Además del gesto de la niña, hija de una de las contertulias, también se habrá fijado en algunos rostros que después darán realce humano a la filmación.
—Pues claro. Muy bien pensado.
Lo escribirá días después a su amiga Chantal:” He hecho concienzudamente mi trabajo de script-girl en la montaña. Soy responsable de dos o tres planos de los que estoy no poco orgullosa”.

Se inicia el rodaje en la calle de Dalt, que en el montaje seguirá al cortejo multitudinario que se acercará al pueblo desde el recodo de la ermita, por la calle de la Salud, mientras la gente se va agrupando a su alrededor. Aub ha dispuesto extras a lo largo de todo el recorrido por la calle estrecha, pegados a la pared. Primero con la Debrie Super-Parvo desde la parte trasera de la comitiva. Luego, con la misma cámara, desde el paseo Mansuet, ruedan el cortejo pasando bajo un grupo de lugareños expectantes. Una aproximación dará pie a la sugerencia de Josette[xlii]. Al ver que se rueda, Josette abraza a André y le besa apasionadamente. Sonrisas entre las mujeres, muchas de negro, que presencian la escena.
Luego, apartando a los extras, colocan la cámara en lo alto del muro y ruedan a la comitiva de gente cabizbaja, acompañando las camillas que siguen al ataúd de Saïdi. También al personaje de Pol, con una pierna vendada, a lomos de un burro.
Pasarán todo el domingo 9 rodando planos de pocos segundos que luego servirán como racord durante el montaje. En especial un grupo de ancianos que, supuestamente al paso del cortejo y en especial el ataúd, alzan el puño en señal de homenaje y respeto.
Anocheciendo, los cámaras preguntarán a Malraux si pueden ya guardar el material. Todos se encuentran bien en aquella población que les ha acogido entusiasmada, donde no llegan las bombas, pero son conscientes de que la guerra avanza y se acorta el tiempo en que aún podrán seguir rodando. Y tienen aún muchas tomas pendientes. Algunos técnicos ya han ido sugiriendo, en especial después de cada bombardeo en Barcelona, que quizá deberían volver a sus hogares, que Berenguer y otros técnicos españoles podrían ser capaces de terminar lo pendiente. Pero Aub se ha opuesto:
—Queda la petite dame blanche, ha dicho en francés con un guiño a la compañera del director.
En efecto, una hermosa anciana, abuela de la casa donde se han alojado Thomas y Page, ha inspirado a Josette que se lo ha dicho a Max. Ella se lo ha dicho a André con un entusiasmo innecesario, ya que el francés es un gran partidario de tales imágenes: planos medios de rostros autóctonos, con el paisaje recorrido como fondo. Sus contactos con Eisenstein no han sido en balde.
Les llevará toda la mañana. Han puesto los rieles del trávelin, la cámara sobre la plataforma. Luego han llamado a la anciana, a otra vecina de Collbató y algunos habitantes más, dos niños entre ellos, para situarlos en el borde del camino. No ha hecho falta simular un cortejo. La cámara recorrerá lentamente, en un plano medio, a los allí sentados. Al llegar a la dame blanche, girará lentamente la cámara para mantener su imagen y encuadrar la montaña a su espalda.
Las familias que han acogido a los cineastas les ofrecerán, dentro de lo posible, una opípara comida de despedida. Por la tarde, el camión con el material y la camioneta con los técnicos se alejará camino de Barcelona. En los primeros metros, unos chiquillos de los que han participado en el rodaje les seguirán corriendo y agitando los brazos. Estamos a lunes, 10 de octubre de 1938.
Al día siguiente, Aub entra en el despacho de Producciones Malraux, en el Comissariat de Propaganda.
—¡Nos dejamos el aéreo! —exclama sin saludar.
Ya desde antes de empezar a rodar, Page tuvo la idea al subir al monasterio por el funicular aéreo que parte de la orilla del Llobregat. La euforia del día anterior borró cualquier planificación.
André se levanta de su silla y le mira perplejo. Reflexiona.
—Es verdad. ¡Que fallo!
—Bueno, es solo una toma, apenas diez segundos. Podrá ir la cámara con Berenguer cualquier día. Ahora lo que cuenta es activar los interiores en el Pueblo Español. Convoca a Lado y a los que hagan falta para el martes.
Empiezan a contar más con Manuel Berenguer, ya que tanto Page como Thomas muestran cada día más inquietud y ganas de regresar a Francia. Aub se desvive con el español. Se lo ha ganado con un hecho que hubiera podido ser muy grave: Interceptado por una patrulla de control, Manuel, que estaba inscrito como soldado de aviación, llevaba su salvoconducto para trabajar en el cine caducado. Estando en un cuartel para ser interrogado, llegó Max Aub y le sacó de allí. Tomaron una cerveza para celebrarlo y se fueron directamente a Orphea a rodar[xliii].
El rodaje en el funicular queda para más adelante, a pesar de que la situación empeora por momentos. Lo filmarán una mañana de noviembre.
4.3.3. Rodando en el Pueblo Español.
El periplo en Collbató los ha dejado exhaustos, así que el resto de la semana se han dedicado a un relativo descanso. Por una parte, los técnicos han revisado las cámaras, los focos y el resto del material para dejarlo dispuesto para nuevas secuencias. Entretanto, Malraux y Aub han repasado con Marion el punto del rodaje en que están. Para gran disgusto del primero, el belga le ha anunciado su partida a finales de mes. Alos pocos días le seguirán el resto de los franceses. Como contrapartida, Petit ha terminado la construcción de la mitad del avión Potez hecho con chapas de madera que le servirá para rodar interiores de este.
El domingo 16 de octubre finalizan el corto asueto con una cena en el hotel de Aub, el Majestic. Se aloja en él también el escritor Ernest Hemingway que se une al condumio con los franceses y la periodista Boleslavskaia, Bola, siempre atenta a los movimientos de Malraux. Berenguer, que con la anunciada ausencia de Page y Thomas será ya una parte más del equipo directivo[xliv]. Para disgusto de André, el americano se une al pesimismo de Marion. Él, que acaba de llegar de una visita al frente del Ebro, también abandonará desolado España al cabo de pocas semanas, declarando: “Goya no estaba en el Museo del Prado, estaba en la calle, en los campos, en las carreteras de España”[xlv]. A insistencia del americano, han subido a su habitación donde ha corrido el whisky en abundancia.
Al día siguiente se han reunido en Producciones Malraux para hacer un alto en el camino y estudiar la situación. A pesar de la resaca, Aub va anotando las secuencias ya rodadas por completo o en parte. Los grupos de los guerrilleros que salen de la ciudad para apoyar a Linás están casi acabados, con lo rodado en estudio, en la calle Santa Ana y en
Tarragona. Faltarán los interiores del propio Linás que deberán rodarse en estudio. Por otra parte, salvo el momento en que se estrella el avión, que rodará Berenguer desde el funicular aéreo de Montserrat el martes, también la secuencia final, la XXXIX, se puede dar por finalizada, al haber dejado para una posible filmación en los Pirineos franceses la secuencia XXXVII, con los aviadores accidentados en la nieve[xlvi]. Asimismo, salvo algún fleco, se tienen filmados los planos rodados en el aeropuerto del Prat y en el de Sabadell. Cada vez parece más difícil rodar las tomas que precisan de material militar. Salvo el cañón prestado en Tarragona, no han conseguido hasta la fecha que les presten ni los cañones, ni los tanques que requieren las secuencias de la defensa de Linás (XVIII, XIX, XXI, XXII)[xlvii].
La recepción de las bobinas que son reveladas en París por Roland Tual es también un problema que, a buen seguro, afectará la exactitud de los rácords. En el mejor de los casos tardan un par de semanas. A menudo ha tenido que ser Max Aub, ¿quién si no?, el que ha tenido que ir a Perpiñán o Toulouse a buscarlas y pasarlas por la frontera, operación no siempre fácil.
—Bueno —dice el escritor español al notar un patente decaimiento—. Salvo Cervera[xlviii], parece ser que ya no tenemos grandes desplazamientos. Centrémonos en lo que tenemos y busquemos lo que nos falta. En mi opinión, lo primero el Pueblo Español. Esta misma tarde voy a ver si concreto ya algo. ¿Quién me acompaña?
Malraux elude la visita, alegando que debe acompañar a Josette al hospital Clínico para que le curen el pie. A Marion no le preguntan, dado que ya ha anunciado su marcha.

Berenguer indica que debe quedarse en Laya Films para terminar algunas cosas, ante la previsión de que su dedicación a Sierra de Teruel se verá incrementada con la marcha de los dos cámaras franceses, Thomas y Page. Este último, a regañadientes, accede a acompañar a Aub.
—Louis, pásense también por Orphea, luego me dirá las posibilidades del medio avión que me han dicho que está terminado.
Así lo harán, con un susto añadido. Al parecer, al terminar la reunión de planificación, Berenguer no ha ido al piso superior para los asuntos de Laya, sino que ha acompañado a su esposa a una peluquería cercana. La doble actividad en el Comissariat de Propaganda y con Malraux ha llevado a cierta tirantez en la pareja, que él intenta aliviar. Pero la mala suerte ha hecho que, mientras él la espera en la calle, ha pasado un control y ha verificado que sus papeles, con la exención de acudir a su puesto en el arma de aviación donde sirve, han caducado durante su estancia en Collbató, lo que no le ha permitido acudir a su renovación[xlix].
Afortunadamente, alguien del Comissariat ha visto el suceso y ha avisado. En ausencia de Met Miravitlles, en una audiencia en la Generalitat, han pensado que quizá llamar a Max Aub sería una buena solución.
Subido en el medio avión que han construido los hermanos Miró y el responsable del decorado Vicente Petit, Max Aub, que le conoce desde los tiempos de teatro en Valencia, le abraza a este calurosamente.
—¡Que genio estás hecho! Estáis, perdón –dirigiéndose a los dos hermanos de atrezo.
Page se mueve por el decorado, hace como que enfoca con las manos, luego ambos contemplan como pueden elevarse algunas partes para mejor posicionamiento de la cámara. Sí, será un hito en el cine. No hay, a su entender, ninguna película con planos del interior de un avión en vuelo[l].
—Qué tal si vamos a comer todos juntos a la Font del Gat. Está aquí mismo. Creo que el avión se lo vale.
Pero un ordenanza lo interrumpirá:
—Le llaman al teléfono señor Aub. Del Comissariat.
Enterado de lo sucedido, Aub cogerá el coche que les ha traído e irá de inmediato a la sede de la avenida 14 de abril.
—¡Dónde está!, ¿qué ha pasado?
Al parecer, lo habían detenido y llevado al bar Términus[li].
—Bueno, si son del PSOE quizá pueda arreglarlo.
Max baja por el Paseo de Gracia hasta donde le han indicado. Pero Berenguer ya no está allí. Se lo han llevado para interrogarlo en el cine Coliseum.
Aub reclama la presencia de Serramía por si su pertenencia al sindicato puede ayudar. El asunto es grave, ya que según quién le interrogue puede achacarle el delito de deserción.
Berenguer está sentado en un pasillo con otros detenidos. Desde una puerta al fondo del corredor, van llamando para el interrogatorio. Quedan tres cuando oye la voz gangosa de Aub.
—¡Alto!, ¡alto!
Un soldado de guardia hace gesto de parar su estruendosa entrada, pero la vista del carné de Serramía lo detiene. Max se dirige a la puerta y la abre impetuosamente.
—La República necesita a este hombre. Estuvimos rodando toda la semana lejos de Barcelona. Este señor —señala a Berenguer— estuvo filmando más de dos mil soldados que el propio Negrín nos cedió. ¿Y usted piensa interrumpir una tarea imprescindible para divulgar la situación en que nos encontramos por un puñetero papel caducado hace nada?
Serramía asoma por la puerta. La conversación durará poco más. Displicente, el interrogador hará un ademán como de barrer con la mano.
—Lléveselo. Haga lo que quiera con él. Pero si le volvemos a pillar sin papeles va directo al paredón.
Abrazándolo por el hombro, andan hasta la salida. Por la noche, el enfado de Malraux será mayúsculo. A Berenguer lo han cuidado en previsión de lo que está a punto de pasar: la deserción de los técnicos franceses. Se le ha dado comida de la que les manda la amiga de Josette, bonos de leche para sus hijos. El olvido de unos papeles, por otra parte cada vez más difíciles de obtener, no puede dar al traste con el proyecto de la película. Berenguer, apenado, insiste en que no volverá a pasar y al día siguiente, coo previsto, se desplazará con un ayudante a rodar el choque del avión contra la montaña desde el interior del funicular aéreo de Montserrat.
Durante toda la semana, las alarmas y los bombardeos menudean. Han decidido esperar una remesa de película virgen que les manda Tual (Aub tendrá que ir a Perpiñán a recogerla), para reanudar la filmación. En este caso en el Pueblo Español, del que han tenido buenas noticias. Podrán rodar exteriores durante una tarde de la semana siguiente, la última de octubre. Aub les ha confirmado que José Lado y dos actores más para los papeles de Pío y el Tabernero, junto con algunos extras, pocos y de avanzada edad, estarán listos para rodar la secuencia XX, que sucede en una taberna. La filmación hubiera podido irse al traste ya que el cafetín que tenían previsto utilizar, sito en la zona de la catedral, con un patio trasero adecuado para la muerte del tabernero, había quedado destruido por el bombardeo del viernes 21 a las 6 de la madrugada. El ataque causó 20 muertos y 67 heridos. El equipo de rodaje deberá improvisar en otra taberna del Pueblo Español y sustituir el exterior previsto por el jardín trasero de los estudios Orphea, desde el que se avistará el campanario mudéjar del recinto contiguo.
Las noticias del Ebro cada vez son más negativas. Se resiste con ahínco, pero la diferencia de potencial es dramática. Será ya el 30 de octubre cuando las últimas resistencias republicanas irán cayendo como fichas de dominó. Dos días antes habrá tenido lugar la manifestación de homenaje y despedida a las Brigadas Internacionales. En Barcelona habrá actos muy relevantes, en especial el desfile por la calle 14 de abril, con discursos altamente emotivos, como el de La Pasionaria, que dice: “Vosotros os dejáis en España a vuestros camaradas muertos y a un pueblo que sabe quereros, que os ha enseñado su idioma y el camino que hay que seguir para conseguir la libertad…”[lii]. Muchos de los componentes del equipo de rodaje de Sierra de Teruel han acudido al desfile. Han asistido un cuarto de millón de personas[liii]. Lo comentará Max Aub en una conversación entre amigos, en el Oro del Rhin. Con un periódico en la mano, les dice:
—Fijaros lo que dice mi amigo Machado (Antonio). “¡Cuánto hay de trágico en la gesta española de nuestros días culmina en el hecho de que hayan de abandonarnos nuestros mejores amigos, los hombree abnegados y generosos, que han combatido por un ideal de Justicia y por la España auténtica, frente a los traidores de nuestra casa y a los mercenarios y serviles, obedientes a la perfidia reaccionaria de dentro y a las iniquidades codiciosas de fuera”[liv]. —En cuanto lo vea en el Consejo del Teatro lo abrazaré. Algunas lágrimas caerán. ¡Ya lo creo!

Finalmente, el miércoles 19, conseguirán rodar en el interior del Pueblo Español, aprovechando que hay pocos internos, entre la última salida al campo de trabajo nº 3 de Omells de Na Gaià en la comarca del Urgell, y la llegada de los que estaban en el Hospitalet de l’Infant (nº 2) y que se dirigirán a otro cercano a la Seo de Urgel[lv]. A primera hora, Lado y quienes interpretan al tabernero y a Pío[lvi] entran por la puerta de las murallas de Ávila, acompañados de Max. En el interior ya les esperan Malraux y Marion que los acompañan por la calle Caballeros hasta el cruce de Principe de Viana con la bajada Cervantes. Han de atravesar una barrera que han colocado la guarnición del SIM para evitar que sean molestados durante el rodaje. Por la otra parte de ambas calles hay barreras en la Plaza Aragonesa. Se ha escogido un día entre dos repartos de internados y hay menos población reclusa. Sin embargo, antes de la hora de la comida, habrá algunos alborotos generados por la curiosidad y el malestar existente, en especial cuando se ha dejado pasar a un viejo con un asno para que atraviese la escena.
Thomas, en la que será posiblemente su última toma, ha situado la cámara en los soportales que representan los arcos de Sos del Rey Católico. A su izquierda aparecen los dos campesinos que intentan pasar las líneas para informar a los aviadores de la ubicación de un campo clandestino enemigo. La cámara les seguirá circularmente.
José (José Lado) va delante. Pío le alcanza y detiene, ya en la bajada de Cervantes. Ha visto la entrada de una taberna y sugiere a su amigo que entren para pedir información. Es el momento en que a una indicación de Aub, atraviesa la escena el viejo con un asno, subiendo por Cervantes.
Lo han ensayado. No es difícil, salvo encontrar la posición adecuada de los dos campesinos para que se les vea la cara durante el corto diálogo, después del cuál retrocederán unos pasos hasta la entrada de la taberna, que no es tal, cubierta con un saco. Antes de entrar, discutirán sobre la contraseña a utilizar con su contacto.
Hay tiempo. Lo ensayan una segunda vez y luego filman. Lo llevará a cabo Manuel Berenguer con Page a su lado dándole instrucciones, previendo su pronta partida. No ha sido fácil hacer regresar al asno hasta su punto de entrada en el plano. A lo lejos, va creciendo el murmullo de los curiosos. Se acerca la hora de comer. El equipo de rodaje lo hará en los estudios Orphea.
A la vuelta, el responsable del Campo de trabajo nº 1 los detiene a la puerta del local donde piensan rodar el interior de la taberna.
—Por hoy ya basta. Me han alborotado el gallinero y este recinto no está para sus fantasías. La gente está muy nerviosa. Aquí solo entran para ser distribuidos en otros campos donde la vida es muy dura y ellos lo saben. A muchos, además, los interrogamos aquí. Así que: no, señores, ya les he dejado hacerlo esta mañana, pero basta. No más exteriores[lvii].
Después de mucho discutir conseguirán poder rodar en el interior. Lo harán en un

cafetín situado cerca de la entrada, con la colaboración de tres extras sentados como clientes. El tabernero, con una ancha faja y cara de pocos amigos, después de que le hayan pedido un café con gotas, les pregunta si van armados y quién les envía. Al decírselo Pío, les invita a salir a un patio exterior. De hecho, el cafetín tiene un recinto cubierto trasero que es donde se ha puesto la cámara en alguno de los planos, mientras que en los otros se ha instalado en el propio bar. Al salir, se ha pedido el concurso de un niño, hijo de un oficial de la guarnición, que jugará con un gato. El tabernero, de mal humor, le dirá:
—Deja en paz el gato.
El gato, tan presente en los escritos y en la vida diaria de Malraux.
Días después se llevará a cabo el rodaje de la traición del tabernero, en uno de los jardines aledaños a los estudios. En él se habían cultivado tomates y otras verduras, pero en aquel momento estará yermo.

Rodean el espacio con cañas, para evitar la visión del descampado circundante, ya que ha de parecer el patio exterior trasero de la taberna. Aub se esfuerza en colocar verticalmente dicha protección. Suda como un condenado mientras otros se lo miran con un cierto sarcasmo.
La secuencia es violenta, la única agresión física en una película de guerra. En ella, después que el tabernero dispare sobre Pío, José lo apuñalará. Los dos morirán, oteándose a lo lejos el campanario mudéjar de Utebo.
En el montaje final, la secuencia se rematará con un girasol algo marchito. Un mensaje de optimismo en una República en declive.
NOTAS.
[i] ALBERTÍ (2004): 295.
[ii] La Vanguardia, 2.10.1938 página 3-4 y 5 para las distintas noticias.
[iii] Los horarios en los dos bandos no siempre coincidían. En 1938 el gobierno de la República incluso llegó a adelantar el horario de invierno en una hora, la primera vez que ello se hacía en España, con lo que aumentó la confusión de horarios en la península (https://astronomia.ign.es/rknowsys-theme/images/webAstro/paginas/documentos/Anuario/lahoraoficialenespana.pdf
[iv] https://www.visorhistoria.com/secuencia-xii-2-jose/
[v] https://www.visorhistoria.com/clinica-z-a-montserrat-1936-1939/
[vi] MORALES, María Luz (2019) Alguien a quien conocí. Sevilla, Editorial Renacimiento. Página 258.
[vii] GERHARD, Carles (1982) Comissari de la Generalitat a Montserrat (1936-1939). Montserrat, PAM.
[viii] RIU i PORTA, Josep (1979). Hospital militar a Montserrat (1938-1939). Montserrat, PAM. Página 41.
[ix] RIUS i BOU, Àngels (2023). Impremta i biblioteca a l’hospital militar de Montserrat (1936-1939). Montserrat, PAM.
[x] https://www.visorhistoria.com/el-deseo-truncado-serafin/
[xi] Anglada Camarasa puede englobarse dentro de la corriente modernista, mientras que Viladomat formaba parte de la corriente realista que se oponía a la primera, junto con Rebull o Granyer.
[xii] Imagen en RIUS i BOU (2023)
[xiii] RIU i PORTA (1979): 28.
[xiv] https://www.visorhistoria.com/las-cuevas-del-salitre-y-sierra-de-teruel/
[xv] RIU i PORTA (1979): 7
[xvi] Información dada por Laureano Solá, vecino de Collbató, en el reportaje: “7 meses de rodaje” (Felip Solé, 2004) emitido en el programa Tarasca, de RTVE de Cataluña. Incluye más testimonios, en especial de Elvira Farreras, que servirán a lo largo de este capítulo.
[xvii] La Vanguardia, 1.10.1938. Página 3.
[xviii] Ver reportaje de British Pathé del encuentro entre ambos líderes. https://www.britishpathe.com/asset/151114/
[xix] https://www.visorhistoria.com/las-cuevas-del-salitre-y-sierra-de-teruel/
[xx] TODD (2001): 301
[xxi] Entrevista citada a Laureano Solá.
[xxii] Sin datos al respecto, cabe pensar que podrían ser miembros de los reemplazos llamados a filas el 12 de septiembre, sin tiempo de tener la instrucción suficiente para entrar en combate. https://www.griegc.com/2020/06/01/cronologia-sobre-la-movilizacion-de-quintas-en-la-zona-republicana/
[xxiii] Nombres ficticios. No hay datos del destacamento y menos de su mando.
[xxiv] La Vanguardia, 6.10.1938. Página 3. Para más información: https://cecbanyoles.cat/wp-content/uploads/2023/05/QUADERN-41-HOSPITALSDGUERRA_22.pdf
[xxv] ALBERTI (2004): 294. No indicado en la prensa republicana, pero sí en la franquista.
[xxvi] THOMAS, Hugh (1978). La guerra civil española. II. Barcelona, Ed. Grijalbo. Página 914
[xxvii] La Vanguardia, 15.10.1038. P. 6. Indica: han salido de Cádiz para Italia con un contingente de soldados italianos repatriados. Se trata en su mayoría de mutilados de guerra, heridos y enfermos.
[xxviii] CHANTAL (1976) :117.
[xxix] ALBERTÍ (2004): 196
[xxx] https://www.visorhistoria.com/secuencia-xxxix-localizaciones/
[xxxi] Declaraciones de Elvira Farreras. 7 mesos de rodatge. RTVE Cataluña.
[xxxii] CHANTAL (1976): 117.
4.3.2.
[xxxiii] Comentario al autor de la señora Eulàlia Pons que, con 6 años, vivió el suceso. https://www.visorhistoria.com/un-encuentro-entranable/
[xxxiv] SELLÉS i PONS, M. dels Àngels (2011). De Chamartín a Collbató. La guerra civil viscuda per un nen (1936-1939). Barcelona, La mar de fácil. Página 126.
[xxxv] https://www.visorhistoria.com/musica-y-cine-guerra-civil/
[xxxvi] https://www.visorhistoria.com/historia-del-potez-n-y-valdelinares/
[xxxvii] Ver nota manuscrita de Aub en el guion. Fondo Max Aub. Filmoteca Valenciana. Página 110.
[xxxviii] MALRAUX, André (1968): 139.
[xxxix] El 14 de octubre por la mañana, se continuó bombardeando la Barceloneta y el puerto. ALBERTÍ (2004): 297.
[xl] En el guion mecanografiado original (IVC), hay dudas. A una primera versión indicando: “español”, sigue una corrección a mano de Max Aub: “alemán”, tachada luego y seguida de nuevo por “Español”.
[xli] CHANTAL (1976): 118.
[xlii] Ya en 1973, cuando Suzanne Chantal preparaba su libro Le coeur battant (traducido al español como Un amor de André Malraux), Malraux le escribió una carta insistiendo en que no olvidara esta contribución de Josette a la película, “que ella tenía en mucho”. TEILLOU, Françoise (2023) Je pensé à votre destin. Paris, Grasset. Página 69. Así que Chantal añadió: “A ella se le ocurrió la secuencia en que las mujeres apartan a los niños cuando pasan las camillas”. CHANTAL (1976): 118
[xliii] Testimonio de Manuel Berenguer en Archivos de la Filmoteca (1989), página 282.
4.3.3.
[xliv] Declaraciones de Elvira Farreras. Archivos de la Filmoteca, nº 3: Página 292.
[xlv] GUZMAN SANGUINETTI, Ignacio (1978). “Ernest Hemingway” en Los revolucionarios del siglo XX. Madrid, Club Internacional del Libro. Página 161. El volumen está dedicado al escritor americano y a André Malraux (por CASTRO, Ernesto), lógica aunque curiosa coincidencia.
[xlvi] No se llegará a rodar por la premura en el tiempo, siendo sustituida la secuencia por algunas imágenes de archivo de montes nevados, no coincidentes con el paisaje de lo rodado en Collbató.
[xlvii] Que finalmente no se incluirán en el montaje final, quedando esta fase ridículamente corta, que en la versión francesa de la película se intentó subsanar con unos escuetos rótulos editados por Denis Marion.
[xlviii] Según nuestros datos, no se llegó a filmar en esta población, a pesar de haber sido visitada y evaluada como muy pertinente como exterior. A pesar de ello, en diversos estudios se menciona Cervera como la ubicación del rodaje. En concreto THORNBERRY (1977):224, señala como rodadas allí las secuencias XIV, XXXI y XXXII. No menciona en absoluto los rodajes hechos ya en Francia (Villefranche de Rouergue y Cordes-sur-ciel).
[xlix] Archivos de la Filmoteca nº 3. Página 282.
[l] En todas las referencias aparece el artilugio, que incluso se llevarán a Francia en su huida. Sin embargo, hasta donde conocemos, no hay ninguna imagen del rodaje usando el medio avión.
[li] Uno de los más de cuarenta centros de detención. Situado en el Paseo de Gracia, 54, dependía de miembros del PSOE.
[lii] https://archivo.juventudes.org/dolores-ib%C3%A1rruri-pasionaria/despedida-las-brigadas-internacionales
[liii] Ver vídeo en: https://youtu.be/xtJO_OG2MRk?si=HOxAcxvlw3TJOtO-
[liv] La Vanguardia, sábado 29.10.1938. Página 1.
[lv] BADIA, Francesc (2001). Els camps de treball a Catalunya durant la guerra civil (1936-1939). Montserrat,PAM. Página 60.
[lvi] Se desconoce el nombre de los actores que interpretan al tabernero (este en una única secuencia) y a Pío, a pesar de tener un papel de cierto nivel en otras secuencias ubicadas en Linás.
[lvii] Como se verá, lograrán rodar en la Plaza Aragonesa un fragmento nocturno de la secuencia XXXII.